Uno de los problemas que afronta la familia en esta época es la falta de comunicación. Se habla mucho y se conversa de todo; se informan hechos, ideas y noticias, pero a la vez, de nada trascendente. Se habla de los hijos, de la película, de la distribución del dinero, de los horarios, de las reuniones sociales, del trabajo, de los estudios, de la universidad, de las tareas, y de tantas cosas, pero nada más. Esta puede ser la manera en que se relacione un grupo de personas que viva en el mismo espacio, pero de ninguna manera puede ser el estilo de una familia, que por su misma naturaleza tiene que ir más allá del compartir un ambente físico. A esto se suma las pocas veces y el poco tiempo que los miembros de la familia se ven en el día, y hasta en el trascurso de la semana por el trabajo o los estudios. Esto explica la tan conocida frase: “es que yo trabajo y no tengo tiempo”, o simplemente, “no me alcanza el tiempo”. Agudizan la situación la actitud permisiva de los padres al permitir y propiciar que cada uno de los miembros de la familia tenga sus propios artefactos, como equipos de sonido, televisores, computadora, etc., en sus respectivas habitaciones. Esto, poco a poco, va convirtiendo al hogar en un pequeño hotel, donde cada uno tiene la llave de su habitación y en ella lo que cada uno necesita para pasarla bien; y lo más grave, “pasarla bien sin necesidad del otro”. Los ambientes o días comunitarios, que sirven para unir la familia, van desapareciendo del hogar, y los miembros de la misma se convierten en simples huéspedes.
La comunicación implica diálogo, mostrar el corazón a la otra persona; la comunicación es compartir lo que cada uno lleva dentro, es compartir la vida y sus vivencias; es transmitir necesidades, metas, aspiraciones, sentimientos o emociones; la comunicación es transmitirse uno mismo.
El hogar debe ser el ambiente idóneo en el que los hijos se forman en las buenas relaciones; es el mejor espacio para cultivar la confianza, el respeto, la fidelidad, la comprensión, el perdón, la honradez; tiene que ser el mejor centro para curar las posibles heridas que surjan de la convivencia. Ello solo es posible cuando hay comunicación. La persona que vive en este contexto es feliz. Alguien podrá decir que esto es una utopía, yo digo que no. Esto será utopía para el que nunca se pone en marcha y poco le interesa un cambio de vida. Pero para el que da pasos ya está viviendo esa realidad, una realidad que le va costando forjar pero que traerá felicidad.
Padres de familia, veo que ustedes tienen una gran tarea en sus hogares.
P. Víctor Emiliano