Tacorita o La Cachina son los conocidos mercados donde todo el mundo sabe que se venden cosas robadas. La policía y las autoridades municipales saben de estos lugares informales, pero pareciera que se hacen de la vista gorda y no toman cartas en el asunto. Si uno se pregunta por qué estos mercados mantienen su vigencia fácilmente se puede concluir que gracias a los que compran. Si nadie comprara en estos lugares difícilmente subsistirían. Entonces, la existencia de estos mercados paralelos a la formalidad, en gran medida es gracias al selecto público que recurre a ellos. Pregunto ¿Qué podríamos decir de la gente que recurre a estos mercados? ¿No serían parte activa del círculo vicioso de la delincuencia? A lo que voy: ¿No es esta la misma figura de la corrupción en el país? Creo que si de veras se quiere eliminar la mafia enquistada en nuestras instituciones públicas necesariamente se debe cambiar la mentalidad de muchos peruanos que consideran los favorcitos, los compadrazgos y tarjeteos como algo normal en las relaciones cotidianas. No sirve de nada meter a la cárcel a los corruptos si la población no toma la decisión de cambiar viejas costumbres que pueden llevar a situaciones de corrupción. La corrupción no surge de la noche a la mañana, la corrupción se va forjando, es todo un proceso que va enraizando en las costumbres de la gente, costumbres aparentemente buenas de servicio y de ayuda entre amigos, familiares y compadres, lo comúnmente llamado “favorcitos”, pero, en el fondo, “corrupción”. La formación en nuestras instituciones educativas, a nivel de colegios o superiores y, sobre todo, la educación en casa es fundamental para un cambio serio y formal. Las leyes, por más drásticas que sean, sino van de la mano con una conciencia moral que rechace la corrupción seguiremos en las mismas.
P. Víctor Emiliano