Con frecuencia escucho decir que cada uno tiene su verdad y es libre para defenderla. Ciertamente, hay que tener una posición respecto a algo pero teniendo presente que la verdad es una sola. Si cada uno tiene su verdad ya estamos en líos porque la verdad para que sea Verdad no puede haber otra. Siempre una, descartando las demás, tendrá que ser la Verdad. Nosotros los cristianos afirmamos que la única Verdad es Cristo, Dios y hombre verdadero: “Yo soy el Camino y la Verdad y la Vida”. La vida, y toda la multitud de facetas de la misma, gira alrededor de esa única Verdad. Por ello no tiene sentido decir, como tantos: “soy cristiano” y yo tengo mi verdad, “soy cristiano” y vivo como yo considero, “soy cristiano” y mis criterios son mi camino. Si Cristo es tu Señor Él es tu única Verdad, y todas las pequeñas verdades respecto a diferentes situaciones y circunstancias de la vida tienen que dirigirte a la única Verdad. Por eso se nos dice que seamos consecuentes y coherentes al tomar decisiones importantes en la vida. Las decisiones del día a día tienen que empalmar con la doctrina de Cristo y su Iglesia, de lo contrario nos desdecimos. Es anti testimonio y motivo de escándalo, con grave perjuicio a la comunidad, cuando una autoridad civil o eclesiástica actúa públicamente en contra de la doctrina que afirma creer al proclamarse cristiano. El cristiano debe ser objetivo y caminar por donde tiene que caminar. El problema surge cuando se priorizan las subjetividades, cuando predominan los sentimientos y emociones. Nuestra época es muy proclive a este modo de ser. El que intenta poner las cosas en claro es tachado de fanático, conservador y extremista, anticuado o retrógrado. Las subjetividades flexibilizan todo: “pobrecito”, “qué pena”, “cómo es posible que le prohíban la comunión”, “si los dos se aman, y el amor es lo que importa”, “eres más papista que el Papa”, “estos curas son unos fariseos” y frases parecidas que se van tejiendo en movimientos y colectivos radicales y extremistas que creen que el mundo gira alrededor de lo que “yo siento”. Se ha perdido la visión de objetividad para quedarse solo con lo subjetivo: “es que yo siento”, es que me nace”, “es que yo creo”, “es que a mí me parece”, “es mi punto de vista”, etc. y etc. Todo esto va llevando a un panorama relativista y sincretista, donde la Verdad última no cuenta.
P. Víctor Emiliano