La comunidad agustino recoleta tiene que ser sacramento de Cristo en el mundo. Cada vez que alguien la mire debe percibir su presencia. Pero, esta presencia no solo debe percibirse desde fuera, también debe ser notada por los miembros de la comunidad. Cada uno de ellos debe esforzarse por ser un cristo viviente el uno para el otro, de modo que la vivencia común haga real lo que se ve desde fuera. Solo así se puede afirmar que la comunidad es miembro vivo de la Iglesia y no solo algo nominal. La labor de los frailes es fundamental para lograr “La comunidad, sacramento de Cristo” pero el artífice de esta obra es el Espíritu quien crea la unidad en los hermanos y la enrola en la Trinidad.
La oración cotidiana de la comunidad debe ser constante para pedir la unidad y así brillar como sacramento.
Reflexión 16: P. Víctor Emiliano