GANAS O DESGANAS

Hola Andrea, cómo estás, saludos. Disculpa el tiempo largo para responderte.

Mira, lo que me dices es muy común. Muchas veces lo he escuchado. Lo que sucede es que queremos reducir nuestra vida de fe a sentimientos y emociones y dejamos de lado la voluntad. Relacionamos, con mucha facilidad, el deseo de ir a misa, la paz que se siente al estar en el templo, la emoción al estar frente a una imagen o las ganas de llorar ante el Santísimo con algo digno o agradable a Dios y si no hay sentimientos que acompañen esos actos se acostumbra decir que no se hacen de corazón. Pensamos que las cosas de Dios hay que hacerlas con ganas y no por “obligación”. Allí está el meollo del asunto. Nada más errado que esto. No nos olvidemos que la fe exige una respuesta, y esta movida por la voluntad más que por los sentimientos, los gustos o disgustos. Ciertamente a Dios ¡lo mejor! pero lo mejor no siempre es agradable al gusto particular. Ojalá sucediera que todas las cosas de la vida se pudieran hacer con gusto, con ánimo y buena disposición, pero hay situaciones en las que tenemos que hacer las cosas porque tenemos que hacerlas, sí o sí, con ánimo o sin ánimo. Por ejemplo ir al trabajo. No siempre tenemos ganas de ir al trabajo, pero tenemos que ir; atender los quehaceres de la casa, ir a la universidad,  ir a misa,  atender  los hijos, y tantas otras cosas más que depara la vida que si no se hacen se perderían. Esto demuestra que las obligaciones simplemente se deben cumplir, con ganas o sin ganas. Yo te diría que por encima de “los gustos” están las obligaciones. Una de esas obligaciones, propia del cristiano, la más trascendente y sublime, es la “misa dominical”. Tal es su necesidad que la Iglesia la considera “un mandato”. Las palabras de Jesús no pueden pasar desapercibidas: “Tomen; esto es mi cuerpo… Esto es mi sangre… Hagan esto en memoria mía”, “Yo soy el Pan vivo bajado del cielo”, “El que come mi cuerpo y bebe mi sangre aunque muera vivirá”, “Sin mí no pueden hacer nada”. Estas palabras son imperativos y Jesús no las dijo en vano.         

Andrea, algo más que te puede ilustrar el valor de la voluntad es el calvario de Cristo. Recuerda: “Señor, aparta de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino tu voluntad”.  Cristo, como humano, no quería la cruz, pero su amor, ligado a la voluntad, le llevó a aceptarla.

Dos mil años después, resulta que muchos cristianos solo cumplen sus obligaciones cuando “tienen ganas” ¡Vaya cristianos!

Mira Andrea, que tu vida gire en torno a tus decisiones y no a tus gustos y disgustos, ganas o desganas. Tu “misa dominical” es una obligación. No metas a la Eucaristía en el saco de las cosas triviales que solo se hacen cuando se tiene ganas.

P. Víctor Emiliano