Ciclo B: I domingo de pascua

1ra lectura: Hechos 10, 34a.37-43

Salmo responsorial: 117

2da lectura: Colosenses 3, 1-4

Evangelio: Juan 20, 1-9


 

¡…EL HABÍA DE RESUCITAR DE ENTRE LOS MUERTOS!


 

¡Cristo ha resucitado! ¡Él vive! ¡Aleluya! Estas expresiones de gozo son propias de todo aquel que se proclama cristiano y movido por la resurrección del Señor quiere transformar el mundo. Cristo ya no está en el sepulcro. El ángel dijo “¿Buscan a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. ¡HA RESUCITADO!”.

Obviamente, no es posible que un muerto esté vivo porque los muertos están muertos y ya no pueden vivir. Pero, esta vez es cierto, Jesús está vivo. La cruz no fue el final del camino, sólo fue el medio para vencer a la muerte. Con Cristo la muerte encontró la muerte, y su vida es vida para la humanidad. Su resurrección es nuestra resurrección y con Él comienza la nueva historia de la humanidad.

Jesucristo ha resucitado como primicia de la auténtica vida que nos aguarda. Pero, la resurrección no es solo un proyecto a largo plazo, para futuro, para después de la muerte; la resurrección debe ser un aquí y ahora, como reflejo de lo que algún día sucederá. Cristo nos invita a resucitar junto con él, pero también nos invita a morir. ¿A qué debo morir? En principio a uno mismo, morir a nuestros egoísmos, a nuestros orgullos, planes y proyectos y viejas costumbres, es decir, enterrar al hombre viejo. Esto implica “…buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios”.

SEÑOR DAME SABIDURÍA PARA VIVIR SEGÚN TUS DESIGNIOS, Y ASÍ SER PRUEBA EN ESTA VIDA DE LA VERDADERA RESURRECCIÓN AL FINAL DE LOS TIEMPOS.

P. Víctor Emiliano