Ciclo B: II domingo de adviento

1ra lectura: Isaías 40, 1-5.9-11

Salmo: 84

2da lectura: 2 Pedro 3, 8-14

Evangelio: Marcos 1, 1-8


 

“PREPARAD EL CAMINO DEL SEÑOR, ALLANAD SUS SENDEROS”


 

La situación del pueblo de Israel en los tiempos de Isaías es complicada. La economía, la política y su mismo ambiente religioso están muy maltratados como consecuencia del destierro. El pueblo se siente perdido y desanimado, han perdido la esperanza. Es en este contexto que surge la voz del Señor en los labios de Isaías. El Señor pide que consuelen y apacienten a su pueblo: “Consolad a mi pueblo y habladle al corazón”, pide a los heraldos que griten que él está presente y tiene poder. Dios sabe las penurias que atraviesa su pueblo, conoce las situaciones difíciles que le oprimen. El contexto de aquel entonces es el actual, con otras circunstancias pero, al fin y al cabo, sufrimiento: terrorismo, pobreza, narcotráfico, corrupción, trata de personas, explotación y tantas lacras más. Pareciera que la voz del Señor alentando a su pueblo es inútil, la gente no responde, la indiferencia se ha instalado en las familias, no hay heraldos que arriesguen hacer el ridículo ante el mundo. Consolar y apacentar al pueblo de Dios implica un compromiso personal, cada quien en su entorno y rol en la sociedad. La tarea personal, seria y responsable, de cada uno para transformar y edificar este mundo hará que el Reino de Dios no tarde y apresure su gozo y felicidad plenos: “Mirad, viene con él su salario, y su recompensa lo precede”. El imperativo de Juan el bautista, de preparar y allanar los caminos del Señor, tiene que ser una tarea constante, actualizada por cada uno de nosotros, comenzando por los hogares, el barrio, el trabajo, la política, la cultura, etc. Cada uno en la sociedad debe asumir la tarea de Juan, no sin antes ser “Juan” como primera tarea, es decir, que la tarea de preparar y allanar los caminos debe comenzar por uno mismo. Nótese que la voz de Juan es una voz en el desierto; en el desierto no hay agua por lo que no es posible la vida. ¿Para qué predicar en el desierto? ¿Será que somos un desierto? ¿Será que el mundo de movimiento y parafernalia en el que vivimos es un desierto? Aunque nuestra vida y la sociedad en la que vivimos sean un desierto todavía tenemos el regalo de la llamada del Señor. No dejemos pasar la oportunidad de escuchar a Juan y comencemos el trabajo de enderezar y limpiar nuestros caminos para que el Señor transite por ellos.   

SEÑOR, AYÚDAME A TENER EN MIS PRIORIDADES SER “JUAN” Y COMENZAR EL TRABAJO DE PREPARAR LOS CAMINOS DE MI VIDA PARA TI.

P. Víctor Emiliano