Ciclo A: II domingo de adviento

1ra lectura: Isaías 11, 1-10
Salmo: 71
2da lectura: Romanos 15, 4-9
Evangelio: Mateo 3, 1-12
¡VUÉLVANSE A DIOS, PORQUE EL REINO DE LOS CIELOS ESTÁ CERCA!
El pueblo judío tenía la esperanza viva en el Mesías, al que los profetas describían como el poseedor del Espíritu del Señor, siempre sabio y justo. Él traería la paz a los pueblos y la reconciliación a la humanidad. El escritor sagrado, pareciera emocionado, hace extensiva esta realidad, incluso, a los animales cuando junta hasta lo irreconciliable: el lobo con el cordero, la pantera con el cabrito, la vaca con el oso, como lo vemos en el texto de Isaías. Veinte siglos después el hombre ya no trasciende, su esperanza y anhelos tienen otra dirección, la paz y la concordia tan esperadas en aquellos tiempos ahora son compradas e interesadas. Y es que ¿a quién esperar? si el mismo hombre se ha erigido como mesías de sí mismo. Y esa es la desgracia de la humanidad. Sin embargo el Señor es fiel y nunca olvida sus promesas: “…Cristo se hizo servidor de los judíos para probar la fidelidad de Dios cumpliendo las promesas hechas a los patriarcas…” y sigue a la espera de alguien que desee dar pasos en su conversión. Juan exige a la humanidad dar pasos en este proceso para lograr frutos: “Dad el fruto que pide la conversión” Que el primer fruto sea la firmeza de la fe para romper ese pedestal que idolatra al hombre, y así retorne la esperanza y gozo en el que ya viene: el Señor. Que no sea el temor a ser talado: “… el árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego” lo que mueva nuestro corazón, sino el amor de un corazón arrepentido.
SEÑOR, QUE SIEMPRE TENGA MI ESPERANZA EN TI.
P. Víctor Emiliano