Ciclo B: II domingo de pascua
1ra lectura: Hechos 4, 32-35
Salmo responsorial: 117
2da lectura: 1 Juan 5,1-6
Evangelio: Juan 20, 19-31
CONTESTÓ TOMÁS: “¡SEÑOR MÍO Y DIOS MÍO!”
Los apóstoles experimentan la alegría y el gozo de tener a Jesús presente entre ellos. Pueden palparlo, lo están mirando, sienten su presencia. La comunidad recibe el primer regalo de Cristo resucitado: “Paz a vosotros”. Esta es la paz que debe reinar en cada corazón para construir la comunidad donde él podrá hacerse presente. Los Hechos de los Apóstoles describen cómo era la primera comunidad y, aunque pareciera ideal, se constituye como modelo para toda comunidad que intente vivir al estilo de Cristo.
La fe nos da un conocimiento distinto al del conocimiento sensible, ambas se edifican sobre evidencias que cada una aporta desde su perspectiva, pero el conocimiento sensible sucumbe cuando no puede manipular su objeto. Hoy, el evangelio nos presenta la figura de Tomás y su incredulidad. Cristo le responde: “Dichosos los que creen sin haber visto”. Es la misma respuesta que daría a tantos en nuestra sociedad, muy expertos en las ciencias medibles y en métodos científicos pero incapaces de ver más allá de lo que ven y palpan sus sentidos. No pueden, o sencillamente, no quieren ver a Dios, siempre cercano y providente, en el día a día de la vida. Tomás, al descubrirle, no duda en echar por tierra su necedad y le responde: “¡Señor mío y Dios mío! Aquella experiencia personal cambió el rumbo de su historia hasta el extremo de dar la vida por su Maestro. Al observar este lado del cuadro Tomás es modelo de conversión, de decisión y perseverancia en el seguimiento del Señor.
El amor y la misericordia divinos es la respuesta a la incredulidad de Tomás. A la semana siguiente Jesús se volvió a aparecer a los once, y allí estaba Tomás. Jesús con cariño de amigo le miró y le explicó con detalles sobre su presencia, e incluso le amonestó: “¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto”. No cabe duda que el Señor nos comprende y espera; y nos espera porque nos quiere para sí; y nos quiere para sí porque nos ama.
¿Te identificas con Tomás? ¿Sobre qué base se edifica tu fe? ¿Cuántas veces has tomado decisiones movido por tus cálculos y simples deducciones? ¿Has propiciado un encuentro personal con Cristo? ¿Si ya conoces a Cristo le sigues de modo perseverante? No tengamos miedo de reconocer nuestra falta de fe, este es el primer paso para una sincera conversión.
SEÑOR, AUMÉNTANOS LA FE, PARA PODER VERTE, SIEMPRE.
P. Víctor Emiliano