Ciclo A: III domingo de pascua
1ra lectura: Hechos 2, 14.22-33
Salmo responsorial: 15
2da lectura: 1 Pedro 1,17-21
Evangelio: Lucas 24,13-35
QUÉDATE CON NOSOTROS PORQUE CAE LA TARDE Y SE TERMINA EL DÍA.
Estos dos discípulos no acaban de entender el final de la vida de Jesús, y por supuesto, menos la realidad de la resurrección. Su desconcierto les lleva al pesimismo y la dejadez a tal punto de ganarse el regaño de Jesús: “¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?” Cuantos cristianos pasan por la vida con esa experiencia, ciertamente creyentes pero no plenos, porque no ven a Jesús resucitado. Muchos se quedan con el acontecimiento sucedido y no son capaces de ver su fondo, tienen ojos y no ven, no son capaces de trascender. La fe va más allá de lo que captan los sentidos y da seguridad para enfrentar los nuevos retos. Aquel que escucha la Palabra y se deja sorprender e inundar por ella abre los ojos del corazón y le mueve a trascender, a caminar de la mano del Señor; su Palabra fortalece la fe e invita a la docilidad. El pasaje de los discípulos de Emaús presenta a Jesús cercano, se hace el encontradizo, y comprensivo, con mucha paciencia explica cómo son las cosas; nunca abandona a los suyos ni les violenta para que le sigan. Quien ha vivido una experiencia así será capaz de pregonar sin temor la buena noticia de Cristo resucitado: “Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan”. Esta fue, también, la experiencia de Pedro y sus compañeros, que de temerosos se transforman en poderosos: “Escuchadme, israelitas: Os hablo de Jesús nazareno, el hombre que Dios acreditó entre vosotros…”.
SEÑOR, QUE EN MEDIO DE LO QUE PARECE OSCURO, EL DESALIENTO NUNCA INUNDE MI CORAZÓN.
P. Víctor Emiliano