Ciclo A: IV domingo de cuaresma

1ra lectura: 1 Samuel 16, 1.b.6 – 7.10 – 13a

Salmo: 22

2da lectura: Efesios 5, 8 – 14

Evangelio: Juan 9, 1.6 – 9.13 – 17.34 – 38


 

EN OTRO TIEMPO ERAIS TINIEBLAS, AHORA SOIS LUZ EN EL SEÑOR.


 

Este domingo la liturgia nos presenta a Cristo como Luz; aquella que no pasa, que ilumina, y sobre todo, que transforma. Sabemos que por el pecado, todos de alguna forma, nacemos ciegos, pero con el corazón inquieto en busca de luz. El hombre ha sido creado para ver y disfrutar de un mundo de luz: amor, armonía, paz, fraternidad, solidaridad, servicio, entrega, etc. Este es el mundo colorido y vistoso que sólo Dios puede dar. El hombre se ha negado asimismo ese don y ha preferido las tinieblas, y mientras persista en ellas seguirá ciego, y postrado como aquel ciego de nacimiento. Cuántos caminan por el mundo sin ver la luz, y para colmo de males, creyendo que ven; cuántos hay metidos en sus cuevas y que por necedad rechazan la luz; cuántos tienen a la oscuridad como su modo de vivir. El mundo está cegado al punto que todo aquel que se atreva a decir que ve está loco. Su ceguera la impone al extremo de martirizar a los que intentan ver.  Sólo Cristo, compasivo y misericordioso, con su Palabra ilumina la existencia del hombre,  librándolo de la oscuridad que le imposibilita y lo frustra. Para ver, tan sólo se requiere un corazón dispuesto y dar pasos hacia la piscina que el Señor indique. Aunque el bautismo, llamado también “iluminación”, es el primer paso para limpiar el barro de los ojos, Jesús todos los días invita a meterse en la piscina de su Palabra, y así ser luz para iluminar al mundo.

SEÑOR, LIMPIA MI CORAZÓN PARA QUE PUEDA VER LO QUE TÚ VES.

P. Víctor Emiliano