CICLO B

1ra lectura: Hechos 4, 8-12
Salmo responsorial: 117
2da lectura: 1 Juan 3, 1-2
Evangelio: Juan 10, 11-18
YO SOY EL BUEN PASTOR, QUE CONOZCO A LAS MÍAS Y LAS MÍAS ME CONOCEN.
Hoy la Iglesia celebra el día mundial de oración por las vocaciones a la vida religiosa y sacerdotal. La Iglesia recuerda que el mundo necesita pastores como “El buen pastor” y pide a su Señor que los envíe para que su reino se extienda y fructifique. Las vocaciones a un estilo de vida con exclusividad al Señor no han faltado en el trascurso de la historia, y ahora abundan, más que antes, dado el contexto que vivimos. Dios no abandona a su pueblo. La dificultad por estas épocas es la falta de respuesta a esa vocación que Dios sembró en el corazón de tantos jóvenes. El Señor llama, pero si no hay respuesta, qué se puede esperar. La vocación está allí, no se pierde, pero no es fructífera. La múltiple gama de caminos que el mundo ofrece dificulta una visión clara del auténtico camino que lleva a la plenitud de la vida. Es necesario el clamor al dueño de la mies para que suscite pastores, pero un clamor acompañado del compromiso de buscar y promover respuestas en el entorno. Con ellos, los pastores, y una comunidad comprometida se podrá concretar y extender el mensaje del Señor. El mundo, ahora más que nunca, necesita sacerdotes santos.
Por otro lado, “pastor” puede ser sinónimo de ídolo, y el mundo tiene muchos, que tratan de imponerse. Se presentan con buena cara y necesarios, de modo que difícilmente se les puede rechazar: el dinero, los estudios, el trabajo, la apariencia y presencia, el estatus, el poder, entre otros tantos. Sin mucho trámite logran esclavizar a sus adeptos quienes les rinden pleitesía: ¿Quién es tu pastor? ¿Qué pastores tienes? Estos pastores que representan al mundo tienen al “parasitismo” como la única relación con sus adeptos. Jesús es el buen pastor, el paradigma de los pastores que el mundo necesita. Este tiempo, con más exigencia que antes, requiere pastores que sirvan al estilo de Jesús, pastores que guíen, que cuiden, que animen, que fortalezcan, que liberen. El “pastoreo” al estilo de Jesús no puede faltar en el hogar, en la empresa, en la política, en el vecindario, en los negocios. En Cristo, “el único Buen Pastor”, toda persona, de alguna forma, se constituye en pastor para otros.
SEÑOR, QUE SIEMPRE TÚ SEAS MI BUEN PASTOR.
P. Víctor