Ciclo A: IV domingo del tiempo ordinario
1ra lectura: Sofonías 2, 3; 3, 12-13
Salmo: 145
2da lectura: 2Co 1, 26 – 31
Evangelio: Mateo 5, 1 – 12a
BIENAVENTURADOS LOS POBRES DE ESPÍRITU, PORQUE DE ELLOS ES EL REINO DE LOS CIELOS
Jesús en el evangelio de Mateo nos invita a las bienaventuranzas, nos propone un estilo de vida cuya base es la humildad. Solo los humildes son capaces de vivirlas. Las dos lecturas y el salmo resaltan la vida y obrar del humilde. No cabe duda que el reino solo se construye con el trabajo silencioso y asiduo de aquellos que todo lo hacen para gloria de Dios: “Fíjense en su asamblea, hermanos: no hay en ella muchos sabios en lo humano, ni muchos poderosos, ni muchos aristócratas; sino que, lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios, y lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar lo poderoso. Aún más, ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta, para anular a lo que cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor”.
El soberbio cierra las puertas a la obra de Dios, toda vez que algo realizado lo considera obra suya y esfuerzo personal. En el fondo él desea ser como Dios. Los pobres de espíritu siempre tienen la mirada puesta en Aquel que todo lo puede, y ante él se consideran nada. San Agustín relaciona las bienaventuranzas con los dones del Espíritu Santo, y aquella que proclama a los pobres de espíritu la relaciona con el “temor de Dios”. Solo los que temen a Dios son capaces de vivir sus mandamientos y aceptar sus designios en la vida. Es un temor santo que frena todo posible brote de soberbia y vanagloria personal.
No cabe duda que los pobres de espíritu siempre son bienvenidos y no paran en crecer y aprender.
SEÑOR, NO PERMITAS QUE CAIGA EN LA ENFERMEDAD DE LA SOBERBIA.
P. Víctor Emiliano