LLAMADOS A LA SANTIDAD

Las hermanas auxiliadoras nos dan más luces sobre la santidad: Santo es el que vive atento a su hermano, santo es el que llora con el que sufre, santo es el que regala los detalles, el que facilita una tarea…Santo es todo aquel que vive en compañía de Dios.

Las obras de misericordia, tanto espirituales como corporales, son un camino directo a la santidad.

La santidad consiste en romper los propios esquemas, costumbres y seguridades para renacer al hombre nuevo, imagen de Dios.

En alguna circunstancia muy difícil de su vida el cardenal Francisco Javier Nguyen van Thuan dijo: “Aprovecho las ocasiones que se presentan cada día para realizar acciones ordinarias de manera extraordinaria”. Sigamos dando pasos.

No te contentes con decir “soy cristiano y ya no necesito convertirme. Al contrario, valora toda aquella oportunidad que te lleva a nuevas conversiones. Recuerda que toda la vida debe renovarse con múltiples conversiones.

Aunque parezca mentira, los momentos duros de la vida, los pequeños esfuerzos cotidianos, las luchas en las adversidades, los sufrimientos inexplicables; siempre que tengamos la mirada puesta en el Señor, irán acrisolando la vida en la santidad.

 

Anímate, da pasos hacia la santidad: En la Iglesia, santa y compuesta por pecadores, encontrarás todo lo que necesitas para crecer en santidad. El Señor la ha llenado de dones con la Palabra, los sacramentos, los santuarios, la vida de comunidades religiosas y laicas, el testimonio de sus santos, y una múltiple belleza que procede del amor del Señor “como novia que se adorna con sus joyas” (Is 61,10).
(Gaudete et Exultate N° 15)

El Señor siembra en el corazón de todo bautizado la semilla de la santidad. Tú eres bautizado, cultívala y que fructifique para gloria de Dios. Que tu vida gire, como el girasol en torno al sol, en torno a Dios; y así, ojalá te puedan llamar giradios.