Revisando unas fotos del año pasado encontré las de la peregrinación a Anguía. Fue toda una odisea. Caminamos unas dos horas más porque nos equivocamos de camino. Todos bajamos en Solugán para caminar tan sólo una hora hasta Anguía, pero el error nos costó llegar en tres horas. Pero esto no es lo más importante. Lo que quiero resaltar es la fortaleza de mi linda gente, sobre todo la gente del campo. Allí había niños, ancianos y algunas mujeres gestando como Hermila, catequista de la comunidad de La Pauca. Me sorprendió su fortaleza y, sobre todo, su fe cuando me dijo que “el Señor se merece este esfuerzo y mucho más”. No menos sorpresa me causó dos catequistas mayores: Lizandro Díaz y Augusto Gavidia. Estos son catequistas de Iraca Grande y Utchuclachulic Alto respectivamente. Lizandro tiene 81 años cumplidos y Augusto 90. Ambos aún activos y perseverantes en su trabajo pastoral. Ellos tuvieron tiempo para peregrinar y caminar a pie todo el trayecto. Yo soy testigo, con gozo, de esa hazaña.
¡Qué ejemplo nos dejan estas personas! Su sola presencia en la peregrinación es ejemplo vivo para los jóvenes, ¡cuántos de ellos parecen ancianos!; ejemplo para los que siempre tienen tiempo para sus negocios, sin embargo nunca lo tienen para las cosas del Señor; ejemplo para los que invierten en los ejercicios del gimnasio y las caminatas por la playa, pero la caminata con el Señor les parece muy pesada; modelo para los que son indiferentes a los actos que expresan la fe de los más sencillos. ¡Qué sabiduría y qué enseñanza de los humildes! Pobres de aquellos que algo se creen por estar sentados en un carro o tener un título en la mano, sin saber siquiera dónde están parados.
Luego de esta experiencia puedo decir ¡Qué razón tenía Jesús cuando dijo: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has mostrado a los sencillos las cosas que escondiste de los sabios y entendidos”!
P. Víctor
