Estoy convencido que la mejor forma de evangelizar es “estar con la gente”. El papa Francisco lo dice, acertadamente, que el pastor debe “oler a oveja”. No se puede convencer a la gente desde un escritorio. La gente se da cuenta y sabe quién está o no está con ella. Creo yo que se debe invertir tiempo en la gente. No van a faltar los desencantos, eso es parte del trabajo; no todo es satisfacción, hay situaciones en las que, de verdad, da ganas de tirar la toalla, pero bueno, para adelante, no queda otra.
Cuando llegué a mi parroquia el primer paso fue conocer todo lo que sería mi campo de trabajo. El P. Sofiano tuvo esa delicadeza y paciencia para enseñar a un “desmemoriado” las rutas y caminos para llegar a 28 comunidades en el campo. No se me ocurrió otra cosa más práctica que idear mi propio GPS. Sí, como lo leen, mi GPS. El P. Sofiano ya estaba de partida y depender de mi memoria era mucho riesgo. Por la ruta que me llevaban iba anotando puntos claves como color de casas, alguna tienda, algún letrero, color de puentes, de tal lugar a la derecha o a la izquierda, etc., de modo que me guiaran hacia la comunidad de destino. Y así, toda esa información la vaciaba a la libreta de notas del celular. El problema resultaba cuando olvidaba el celular, dígase de paso, no pocas veces: ¡vaya perdidas! Pero bueno, con el celular en mano, pude conquistar las rutas para todas las comunidades de mi parroquia.
Luego, poco a poco, en las reuniones que tuve inicialmente, conversando con los catequistas, se fue madurando la idea de hacer un cronograma de visitas a las comunidades del campo, en los días y horarios más convenientes. No existía algo así y me pareció interesante sacar adelante este pequeño proyecto. La gente se entusiasmó y les pareció de lo mejor. Y comenzaron los acuerdos para moldear y tantear horarios. El día, prácticamente estaba fijado, el día sábado. Este es el que tienen todas las comunidades para realizar su “liturgia de la palabra”, desde hace muchísimos años. Después de idas y venidas, y ver lo más conveniente para visitar dichas comunidades se me ocurrió dividir los meses del año en pares e impares, de modo que catorce comunidades se visiten en los primeros y catorce en los segundos; cada mes lo dividí en cuatro sábados, y ordené los horarios para visitar tres o cuatro comunidades cada sábado. A Dios gracias tengo la movilidad que me facilita ir de un lado para otro en el menor tiempo posible y, además, las distancias son relativamente cortas. Entonces cada dos meses visito las 28 comunidades rurales de la parroquia, es decir, seis veces al año cada comunidad; esto, a parte de las misas solicitadas por las distintas comunidades, en el despacho parroquial.
Cada reunión es amena, converso con la gente que se reúne, les doy algún tema corto y sencillo y compartimos la eucaristía, siempre animada con la voz y los cantos de Zulema Vásquez. Alguien, por allí, criticaba esta planificación y aducía que no se puede hacer mucho durante el corto tiempo de visita y, que todo se reduce a un “dar misas”. Yo creo que las cosas no son así, me parece que es una visión muy corta y superflua de todo un trabajo planificado. La visita de los sábados no es solo la misa, esta visita implica interactuar con ellos y refleja el interés del pastor por llegar a sus comunidades; genera una respuesta positiva y de agradecimiento por parte de ellos, las personas se sienten queridas y valoradas, se ven incentivadas para perseverar los sábados restantes en sus liturgias. Por último, a no hacer nada, lo que se hace es bastante, creo yo. Hace varios años que se viene trabajando con este esquema y veo resultados.
P. Víctor