
La oración, soporte de la comunidad
El diálogo es fundamental para mantener vivo y dinámico un grupo humano, cuanto más si se intenta construir una comunidad de fe. Pero, también es muy cierto que una comunidad de fe no se puede edificar solo con habilidades humanas; estas son frágiles y con facilidad se rompen. Es por ello que surge la necesidad de que cada miembro de esta familia de fe permanezca unido a alguien, como soporte fundamental. Este “alguien” es el Señor. En él todos somos uno. La frase de nuestro padre san Agustín cae como anillo al dedo: “Una sola alma y un solo corazón dirigidos hacia Dios”. Si queremos mantener vivo el nexo con el soporte fundamental de la comunidad que es el Señor es necesario el diálogo con él, es necesario la oración. La oración debe ser personal y también comunitaria. En las comunidades religiosas la oración llamada comunitaria es regla de vida y tiene horarios establecidos. Cuando el grupo humano no es una comunidad religiosa depende de cómo se organice y se logre un momento adecuado, el más conveniente, para la intimidad con el que se supone es el soporte de la vida, con el Señor. El intento de vivir en comunidad implica la oración en comunidad y esta tiene que ser consecuencia de una oración personal sincera. La oración en comunidad refuerza la unidad de los corazones en la vivencia comunitaria. La oración común es siempre un signo y un medio insustituible de la comunión espiritual. Sucede, lamentablemente con frecuencia, que más pesa la actividad a la intimidad con el Señor. Con mucha facilidad se deja lo esencial por lo periférico. Esto trae consigo que se caiga en un activismo barato e infructífero aunque parezca fructífero. Por otro lado, sin la oración la vida comunitaria que se intenta vivir deja de ser atractiva, comienza a notarse la frialdad e indiferencia entre los hermanos y, además, las preferencias por los asuntos personales toma realce. No está demás recordar aquella frase tan conocida en nuestro medio “familia que reza unida permanece unida”. Es importante recalcar que la oración personal no puede sustituir la oración de la comunidad, antes bien, debe ser un estímulo para ella.
A manera de reflexión y en pocas palabras: El que quiere ser fiel a su vocación convierte cada momento de su vida comunitaria y cada trabajo pastoral en oración, en alabanza y acción de gracias. El hombre de fe expresa con toda su vida que la cercanía y la amistad con el Señor son posibles y necesarias para la cercanía y la amistad con los hermanos.
Reflexión 20: P. Víctor Emiliano