El punto de coincidencia de los frailes que viven en la comunidad es Dios. Sólo en Él alcanzan la unidad. Los que viven en unidad necesariamente tienen que vivir en concordia. La unidad de un grupo humano, cuanto más si es una comunidad religiosa, nunca debe descansar en afectos, emociones o subjetividades. La unidad siempre debe edificarse en algo objetivo, en algo que todos puedan participar y de lo que todos puedan disfrutar. Compartiendo aquello común y que deleita a todos los hermanos se podrá vivir siempre unánimes y concordes. El cuerpo humano es un estupendo ejemplo que nos refleja la unidad y la armonía que siempre debe existir en una comunidad. En resumen: “Una sola alma y un solo corazón dirigidos hacia Dios”.
Reflexión 10: P. Víctor Emiliano