Quien ofendió a otro procure reparar cuanto antes lo que hizo

Nadie está libre de cometer errores por lo que nadie está libre de pedir perdón. El agustino recoleto tiene muy aprendida esta lección y debe aplicarla día a día en la vivencia comunitaria. Esta lección es transversal en la construcción de la comunidad. Pedir perdón y, también, darlo es un acto de humildad que adorna la sana convivencia.

Muchos piensan que la vida de un convento es la vida de “seres celestiales” olvidando de esa forma que los miembros de la comunidad son seres humanos, hombres de carne y hueso, con virtudes y taras, con glorias y tristezas. Aunque miembros de una comunidad religiosa y con los mejores deseos de construir comunidad, siempre existirán entre los frailes asperezas y fricciones, malos entendidos y desavenencias. Estas situaciones, con madurez y humildad, deben ser solucionadas lo más pronto posible, y así evitar que la herida suscitada se agudice mucho más. 

Reflexión 15: P. Víctor Emiliano