Ciclo B: XIII domingo del tiempo ordinario

1ra lectura: Sab 1, 13-15; 2, 23-24

Salmo responsorial: 29

2da lectura: 2Corintios 8, 7.9.13-15

Evangelio: Marcos 5, 21- 43


 

HIJA, TU FE TE HA CURADO. VETE EN PAZ Y CON SALUD


 

La fe es fundamental para comenzar a construir la vida cristiana. Sin fe no son posibles ni los milagros. El texto del evangelio  nos presenta dos personajes y cada uno con su escena: Jairo, el jefe de la sinagoga y la mujer que padecía flujos de sangre. En estas escenas no son los milagros lo más importante sino la firmeza de la fe de quien solicita el milagro: “…Hija, tu fe te ha curado…” y “No temas; basta que tengas fe”.  La expresión de fe que más me impresiona es la de la mujer: “Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando que, con solo tocarle el vestido, curaría”. ¡Vaya mujer de fe! ¿Los doctores en teología habrán experimentado esta fe?

Pero, ¿Qué es tener fe? Es confiar plenamente en Jesucristo, es experimentar que, aunque parezca todo perdido, estamos en las manos de Dios. La fe es la que nos da tranquilidad y paz en medio de la tormenta y la que nos mueve a ver como algo bueno incluso aquello que nos duele, a ver como bueno hasta lo que no conocemos que vendrá, porque sabemos que los que esperan en el Señor nunca quedan defraudados.  La fe sólida y cimentada es lo que atrae a Jesús a tal punto de sentir en su propio cuerpo la fe de los demás, en este caso de la mujer enferma: “Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió en seguida, en medio de la gente, preguntando: – ¿Quién me ha tocado el manto?” Jesús siente la fe de los demás como también siente su ausencia, al extremo de no realizar milagros donde no encuentra fe.  Pidamos al Señor que aumente nuestra fe y aprendamos que el Señor nunca abandona a sus criaturas.

Esta lectura nos muestra, también, que todo lo que implica nuestra humanidad es importante para el Señor. No hay nada del ser humano que sea ajeno a su mirada y sentir. El hombre es cuerpo y alma, no solo cuerpo, ni solo alma. Ambas realidades merecen el cuidado necesario, las dos realidades el Señor las cuida.

SEÑOR, QUE NO ME ESMERE EN PEDIR TANTAS COSAS CUANTO SÍ QUE AUMENTES MI FE.

P. Víctor Emiliano