Ciclo B: XIV domingo del tiempo ordinario
1ra lectura: Ezequiel 2, 2-5
Salmo responsorial: 122
2da lectura: 2 Corintios 12, 7b – 10
Evangelio: Marcos 6, 1-6
NO DESPRECIAN A UN PROFETA MÁS QUE EN SU TIERRA, ENTRE SUS PARIENTES Y EN SU CASA
Ser profeta en medio de un mundo descreído y arrogante es un reto. Para ser profeta en medio de “…un pueblo rebelde que se ha rebelado contra mí. Sus padres y ellos me han ofendido hasta el presente día. También los hijos son testarudos y obstinados…” se necesita tener “agallas”, ¡vaya gran misión encomendada por el Señor! El que tome en serio su papel de profeta aténgase a las consecuencias del reto: “¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es este el carpintero…?”, etc. Pero, lo importante no son los resultados o la cosecha, cuanto sí que se profetice: “Ellos, te hagan caso o no te hagan caso (pues son un pueblo rebelde), sabrán que hubo un profeta en medio de ellos”. Lo importante es que todos sepan que Dios siempre estuvo a disposición de su pueblo a través de los profetas. La sociedad necesita de profetas, necesita de gente responsable y madura que dé fe de lo que vive y, allí en su propio contexto logren inocular la presencia de Cristo, y así lograr un mundo cada día mejor. Las flaquezas y debilidades del profeta, que siempre las tendrán, no cuentan tanto como el celo pastoral de llevar la presencia del Señor a todas partes. Esa es la fuerza de Dios que se realiza en la debilidad humana del profeta: “Por eso, muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo…Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”. No faltarán aquellos que solo observen la humanidad del profeta, pierdan el tiempo en críticas y oposiciones, y no escuchen la misión y el mensaje que trae. Bueno, sería interesante que cada uno dé una ojeada a su partida de bautismo, y en diálogo sincero con el Señor renovar el compromiso adquirido de ser sacerdotes, profetas y reyes, de modo especial el ser profetas.
SEÑOR, QUIERO SER TU PROFETA, AYÚDAME A GRITAR TU NOMBRE.
P. Víctor Emiliano