Ciclo A: XVII domingo del tiempo ordinario
1ra lectura: 1 Reyes 3, 5.7 – 12
Salmo responsorial: 118
2da lectura: Romanos 8, 28-30
Evangelio: Mateo 13, 44-52
EL REINO DE LOS CIELOS ES COMO UN TESORO ESCONDIDO EN EL CAMPO.
Jesús es el mismo Reino de los cielos presente entre nosotros, sin él nada es posible y nada tiene sentido. Si aire y alimento hablaran, necesariamente tendrían que pedir prioridad respecto a otras cosas, muy importantes por cierto, pero no esenciales para la vida. Aquel que ha tenido la dicha de experimentar a Jesucristo tan cerca en su vida necesariamente debe vender todo para no perderlo, es decir, quitar todo aquello que obstaculice la presencia del Señor en su vida. Así como con urgencia se debe atender cualquier problema en las vías respiratorias o estómago, puesto que dificultarían la respiración y la alimentación, así también cualquier obstáculo para llegar al Reino debe ser removido. Para tener entre manos la preciosa perla se debe comenzar ya la venta de tantas “cositas” que nos alejan de ella: romper esquemas, dejar modelos y paradigmas, ideas y costumbres, estilos de vida que no concuerdan y no son dignas del propietario de un tesoro. Para comenzar esa venta se necesita un corazón y una cabeza libres, despojados de prejuicios y apegos. El rey Salomón puede ser guía en este proceso de venta: “Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el mal del bien…”. La plegaria constante que no debe faltar en la vida del cristiano es “Señor dame sabiduría”. Sabiduría para poder gobernarme a mí mismo y encausar la vida por donde Él quiere, sabiduría para ver más allá de lo que los ojos ven, sabiduría para decidir con firmeza.
El proceso de venta es toda la vida. Entonces, a vender todo lo que estorba e impide que seamos felices a plenitud.
AMIGO JESÚS, AYÚDAME A VENDER TODO AQUELLO QUE LIMITA MI CAMINO HACIA TI.
P. Víctor Emiliano