Ciclo B: XVIII domingo del tiempo ordinario

1ra lectura: Éxodo 16, 2-4. 12-15
Salmo responsorial: 77
2da lectura: Efesios 4, 17.20-24
Evangelio: Juan 6, 24-35
EL PAN QUE DIOS DA ES ÉSTE QUE HA BAJADO DEL CIELO Y QUE DA VIDA AL MUNDO.
El domingo pasado la liturgia nos presentó la lectura de la multiplicación de los panes, en ella se ve la cercanía y la identificación del Señor con nuestra condición humana necesitada del pan material para subsistir. Todo esto como un espejo de la necesidad de todo ser humano del auténtico “Pan de Vida”. Las lecturas de este domingo profundizan y ponen de relieve quien es ese pan de vida: “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará nunca sed”. Hambre y sed son dos necesidades básicas que tienen que ser saciadas para poder vivir. A ese extremo es necesaria la presencia de Jesús en la vida de todo ser humano. Ir en busca de Jesús y creer en su Palabra no son alternativas entre tantas, ambas se constituyen como una obligación hasta el extremo de ser una necesidad. En un contexto laicista, donde cada uno tiene su verdad y hace lo que le parece más correcto, en una sociedad que aplaude el que cada uno construya su propia religión según las propias conveniencias Jesús insiste: “Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura, dando la vida eterna; el que os dará el Hijo del hombre, pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios”.
Queridos hermanos el camino está trazado, tan solo hay que caminar por él. Para transitar por él hay que esforzarse en hacer la obra de Dios: “La obra de Dios es que creáis en aquel que él ha enviado”. Pero, no solo “creer” como si fuera un término vacío, sino creer en Él y vivir según lo que se cree. Para no desfallecer pidamos al Señor que siempre se nos dé como pan de vida.
SEÑOR DAME DE ESE PAN PARA VIVIR ETERNAMENTE.
P. Víctor Emiliano