Ciclo A: La transfiguración del Señor

1ra lectura: Daniel 7, 9-10.13-14

Salmo responsorial: 96

2da lectura: Romanos

Evangelio: Mateo 14, 13-21


 

ESTE ES MI HIJO, EL AMADO, MI PREDILECTO. ESCUCHADLO


 

Las lecturas de este domingo nos describen la grandeza y poder de Jesucristo. No cabe duda que es el Mesías, no son cuentos ni inventos para mantener sumisa a la gente en un oscurantismo: “Cuando os dimos a conocer el poder y la última venida de nuestro Señor Jesucristo, no nos fundábamos en fábulas fantásticas, sino que habíamos sido testigos oculares de su grandeza”. Pedro hace referencia a la experiencia que tubo en la transfiguración del Señor.  El contexto de este acontecimiento son los días previos a su pasión. Los discípulos del Maestro están tristes por lo que viene y Él les quiere dar un aliciente. Les quiere motivar mostrando lo que viene luego de la cruz, quiere que vean que la cruz no es el final sino un medio necesario para llegar a lo que sus ojos ven en esos momentos. El mundo no soporta la cruz, quiere la transfiguración pero sin usar el medio para llegar a ella. La ruta del mundo es lo práctico, lo fácil, lo barato, lo que no comprometa. El camino de Cristo es lo opuesto.

La voz del Padre acredita ese momento: “Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo”. Es, también, la petición del Padre a la humanidad,  el ruego de Dios a su criatura, el imperativo del que todo lo puede a su creación. Necesario tendrá que ser escuchar a Jesucristo al extremo que el Padre tuvo que expresar esa petición. ¿Cuál es mi actitud frente a este pedido? ¿A qué se debe tanta indiferencia? ¿Porqué tanto corazón endurecido? ¿Porqué no hay respuesta?

Por otro lado, aunque la transfiguración es lo que seremos en Jesucristo, mirando al futuro, también podemos hablar de transfiguración como una experiencia cotidiana, en esta vida presente. Todo bautizado está llamado a transfigurarse, es decir, brillar y resplandecer. Y ¿cómo será esto? la respuesta siempre es sencilla: La vivencia del mandamiento del amor,  la práctica del servicio, la disponibilidad para brindar dones y talentos propios recibidos.

Que nuestro bautismo fructifique y brille para ser luz de las naciones en un mundo oscuro. Que el abrazo de Jesucristo nos llene de emoción y nos dé seguridad para seguir caminando: “Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: Levantaos, no temáis”.

SEÑOR JESÚS, QUIERO BRILLAR CON LA LUZ QUE TÚ SOLO SABES DAR PARA TU GLORIA EN EL MUNDO.

P. Víctor Emiliano

 

Ciclo A: Domingo XVIII del tiempo ordinario

1ra lectura: Isaías 55, 1-3

Salmo responsorial: 144

2da lectura: Romanos 8, 35.37-39

Evangelio: Mateo 14, 13-21


 

NO TIENEN POR QUÉ IRSE; DENLES USTEDES DE COMER.


 

Creo que ayudaría mucho a esta breve reflexión comenzar con dos sencillas preguntas: ¿En quién descansa tu bienestar y seguridad? ¿En quién descansa tus planes y proyectos? Hoy, el Señor nos invita a colmar todas nuestras expectativas en Él que es alimento de vida, que sabemos nunca fallará y que, sobre todo, nos ama y quiere nuestra felicidad. Él, como aquel entonces, ahora ofrece su mano llena de favores para saciar nuestra hambre y nuestra sed, todo gratuito: “Oíd, sedientos todos, acudid por agua, también los que no tenéis dinero: venid, comprad trigo, comed sin pagar vino y leche de balde”. Y, ¿Cómo será eso? La respuesta es igual de sencilla: “Inclinad el oído, venid a mí: escuchadme, y viviréis”. Ante estas palabras de invitación la escucha no puede ser pasiva, tiene que haber una respuesta. Esta respuesta tiene que incluir necesariamente un compromiso. Jesús en la multiplicación de los panes exige esa confianza pero sus discípulos dudan: “…dadles vosotros de comer. Ellos le replicaron: Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces”. Los discípulos tuvieron razón al responder con asombro. Y es que ellos pensaron que la gigantesca labor la debían hacer ellos y, obviamente que calcularon bien, puesto que ellos ciertamente no podían. Ellos no entendieron que el Señor, simplemente, les estaba pidiendo que junto con Él debieran dar de comer  a toda esa gente. Y ¿Cuál fue el requisito para que Jesús actúe? Que los discípulos presenten sus pequeñeces: “…cinco panes y dos peces…” ¿Y para qué? Para demostrarnos que con la confianza puesta en Él esas pequeñeces, y en ellas las pequeñeces de nuestra vida, se pueden convertir en algo grande y para bien de todos.

Aprendamos a mostrar que somos pequeños y que como pequeños damos pequeñeces, y con Él todas esas pequeñeces se transforman en grandes empresas.

SEÑOR SÉ SIEMPRE MI SOPORTE Y MI CONFIANZA

P. Víctor Emiliano