Ciclo A: Domingo XXIII del tiempo ordinario

1ra lectura: Ezequiel 33, 7 – 9

Salmo responsorial: 94

2da lectura: Romanos 13, 8 -10

Evangelio: Mateo 18, 15 – 20


 

SI TU HERMANO PECA, REPRÉNDELO A SOLAS ENTRE LOS DOS. SI TE HACE CASO, HAS SALVADO A TU HERMANO.


 

El panorama mundial fuera diferente si el mandamiento del amor reinara como prioridad. Todos los problemas desaparecerían porque todos buscarían el bien del otro: “Uno que ama a su prójimo no le hace daño; por eso amar es cumplir la ley entera”. Pero, no faltará que alguien diga que esto es una simple utopía, con lo cual estaría afirmando que Cristo es un iluso, e incluso se le pediría que aterrice y ponga los pies en el suelo. A todo esto, tenemos que responder diciendo que Cristo no pide imposibles. El hombre más realista del mundo, Cristo, es el que afirma que el amor lo trasforma todo, así lo vivió él y así lo pide a todo aquel que le sigue. Con tan solo intentar vivir en el amor, ya sería bastante. El evangelio invita a seguir el camino del amor corrigiendo al que yerra. ¿Quién no comete errores? Qué mejor oportunidad de decir: “Porque te amo, te corrijo”. Se necesita madurez por uno y por otro para corregir y dejarse corregir. Tantas veces sucede que una “corrección” es consecuencia del fastidio, de la venganza, del creerse superior y otras son hechas con gritos y golpes. Ninguna de ellas conviene por ser expresión de egoísmo, con la fachada de corrección. El Señor llama a corregir por amor, este es el único móvil válido para dirigirse a un hermano y hacerle ver su error, por ello esta corrección también se llama “corrección fraterna”. La corrección fraterna implica la humildad del que corrige y del corregido, para saber recibirla. La corrección, entonces, es un acto de caridad y es pecado de omisión no hacerla. Es tarea de todo cristiano corregir al que yerra, es la tercera obra de misericordia espiritual. En la familia, en el trabajo, en el vecindario, en las comunidades religiosas, y en toda actividad humana, la corrección fraterna debe ser una herramienta segura para fortalecer el buen vivir entre hermanos.

SEÑOR, DAME SABIDURÍA PARA CORREGIR, Y HUMILDAD PARA RECIBIRLA.

P. Víctor Emiliano