Ciclo A: Domingo XXV del tiempo ordinario

1ra lectura: Isaías 55, 6-9

Salmo responsorial: 144

2da lectura: Filipenses 1, 20c – 24. 27a

Evangelio: Mateo 20, 1 – 16


 

ESTOS ÚLTIMOS HAN TRABAJADO SOLO UNA HORA, Y LOS HAS TRATADO IGUAL QUE A NOSOTROS, QUE HEMOS AGUANTADO EL PESO DEL DÍA Y EL BOCHORNO.


 

Ciertamente los planes del Señor, y entre ellos su justicia, son diferentes a los planes particulares que cada hombre tiene. Los proyectos del hombre por más grandes y maravillosos son siempre insustanciales. Si van de la mano con los planes del Señor, en buena hora, pero, si no, o hacen daño y destruyen o no duran. El Señor en su infinita providencia dirige la historia y la historia particular de cada uno, tantas veces inexplicables a la razón humana.

El evangelio de este domingo presenta un señor invitando a su viña a diferentes horas del día para trabajar. Es curioso cuando llega el momento del pago: “Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros. Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron a los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno” A simple vista es una injusticia pero, la verdad es que hubo un trato de por medio con los primeros y el señor lo cumplió, y a los demás él les dio lo que quiso, al fin y al cabo no hubo trato con ellos.  Es claro que el “señor” es el “Señor”, que siempre llama en la época, circunstancia  o la edad que sea y que paga con lo único que puede pagar: su Reino. El Reino es para todo aquel que respondió a la llamada de trabajar en la viña ya sea hace siglos o ahora, en la juventud de la vida o en la vejez, tarde o temprano. El Señor está siempre, con los brazos abiertos, dispuesto a recibir a todo aquel que quiera trabajar. La paga es la misma: su Reino. Se ve claro que cuanto más pronto se responda más pronto se disfrutará de la paga.

La vida de muchos transcurre como si nunca llegará la muerte. Tengamos presente que la vida no la tenemos comprada y que la partida llegará de improviso. En ese instante rendiremos cuentas de todo el trabajo realizado. Qué lástima que por desidia al trabajo de Dios perdamos la única paga que vale en la existencia: el Reino.

Por encima de “lógica” y “justicia” está la misericordia y la paciencia de Dios. Sin faltar a ningún trabajador él da siempre a manos llenas.

SEÑOR, QUE EMPIECE YA MI TRABAJO EN TU VIÑA, QUE NO ME DISTRAIGA EN PEQUEÑECES Y MI RESPUESTA SEA TARDE.

P. Víctor Emiliano