Ciclo A: Domingo XXVII del tiempo ordinario

1ra lectura: Isaías 5, 1 – 7
Salmo responsorial: 79
2da lectura: Filipenses 4, 6 – 9
Evangelio: Mateo 21, 33 – 43
HABÍA UN PROPIETARIO QUE PLANTÓ UNA VIÑA, LA RODEÓ CON UNA CERCA, CAVÓ EN ELLA UN LAGAR, CONSTRUYÓ LA CASA DEL GUARDA, LA ARRENDÓ A UNOS LABRADORES Y SE MARCHÓ DE VIAJE.
Los agricultores siembran con gozo porque piensan en la cosecha. Se esmeran en preparar el campo y gastan en remedios y todo aquello que hará más productivo su esfuerzo. Vaya desilusión y tristeza cuando las cosas no salen como se pensaron: ¡Tanto esfuerzo para nada! Esta es la experiencia de Dios con su pueblo. El pueblo de Israel fue la niña de sus ojos, fue su elegido al que cuidó con esmero y dedicación, pero le falló. Este pueblo prefirió otras costumbres y estilos de vida, se amoldó a propuestas ajenas y extrañas que le confundieron y cegaron. ¿Esta no será, también, la experiencia del Señor con su Iglesia? Cristo padeció y murió por ella, le prometió su asistencia hasta el final de los tiempos, le cuida y guía pero, tantas veces esta institución no responde al amor infinito de su fundador debido al actuar negativo de algunas de sus autoridades y con el mal comportamiento de muchos de sus miembros.
Cada uno de nosotros somos piedras vivas en la Iglesia, la viña del Señor: viñadores, labradores, servidores, encargados, todos estamos llamados a cuidarla y mostrar siempre la bella imagen que su fundador le regaló. Como buenos administradores no podemos más que ser obedientes a Dios, el dueño de la viña y a su heredero, Jesucristo. El Espíritu, al que debemos ser dóciles, es el que infunde la labor conjunta entre todos para que la viña brille y produzca el ciento por uno. El ejemplo de vida, la coherencia, la transparencia, el celo pastoral y la santidad de cada uno, deben ser el sello distintivo del cristiano en la viña del Señor. Todos nosotros, cada uno con su carisma y labor propios, estamos llamados a mantener siempre productiva la viña, de modo que su dueño pueda tener lo que le corresponde en el momento debido. Cuando los viñadores desconocen al dueño todo se pervierte y surge el interés particular, desfigurando así la razón de ser de la viña. Con frecuencia se ve en nuestras instituciones religiosas (parroquias, organizaciones caritativas, emisoras radiales, canales de televisión, hospitales, etc.) que los “administradores” han hecho lo que les ha parecido según sus criterios por lo que no hay frutos a la vista, incluso se han usado hasta criterios comerciales, en detrimento de la misma pastoral. Se ha servido a ídolos, de espaldas a Dios, por lo que todo ha terminado desfigurado.
La labor conjunta y coordinada de cada uno mantiene la viña siempre caminando. Cada servidor de la viña es alguien especial, está dotado de talentos, es motivo de ilusión y gozo para el Señor. Él espera que rindamos el el ciento por uno. Tengamos el corazón abierto y dispuesto a servir en la viña del Señor.
¿Será posible que algún día el Señor desconozca a su pueblo? ¿Será posible que el Reino le sea quitado para dárselo a otro que produzca los frutos a su tiempo? ¿Estoy produciendo el porcentaje que debo acorde a todo lo que recibo?
SEÑOR, AYÚDAME A CAMINAR EN TU PRESENCIA Y QUE, A PESAR DE MIS CAÍDAS PUEDA IR POR EL CAMINO QUE TÚ HAS TRAZADO. QUE AL FINAL DE LA VIDA PUEDA DECIR “MISIÓN CUMPLIDA” EN LA TAREA ENCOMENDADA.
P. Víctor Emiliano