Ciclo A: Domingo XXXII del tiempo ordinario

1ra lectura: Sabiduría 6, 12 – 16

Salmo responsorial: 62

2da lectura: 1 Tesalonicenses 4, 13 – 18

Evangelio: Mateo 25, 1 – 13


 

POR TANTO, VELAD, PORQUE NO SABÉIS EL DIA NI LA HORA.


 

La liturgia de este domingo nos presenta la parábola de las diez doncellas, cinco necias y cinco sensatas. Esta nos enseña la importancia de permanecer siempre preparados para un encuentro, en el momento que sea, con el Señor. Sabemos que él está presente en cada acontecimiento de la vida y a cada instante nos llama para gozar de su compañía por lo que debemos estar con las lámparas encendidas con el combustible de la fe y la esperanza. ¡Cuántos en la vida pierden el tiempo descuidando aquella lámpara que comenzó a brillar el día del bautismo! El hombre sabio es aquel que está en vela constante esperando la llegada del Señor, es aquel que tiene combustible de reserva para no desfallecer en el camino de la vida. La oración, los sacramentos y el servicio son los medios para mantener a nivel las reservas necesarias. Este mundo, que camina en penumbra y en la necedad,  necesita hombres y mujeres comprometidos, hombres y mujeres que sean sabios para tomar las decisiones adecuadas en el momento preciso, siempre iluminados por la luz de la sabiduría. La llegada del novio es incierta, nadie sabe cuándo será, tan solo sabemos que vendrá. La espera implica confianza y fe, paciencia y perseverancia. La espera siempre es activa y dinámica para que sea auténtica y fructífera. La persona sabia es aquella que iluminada por su lámpara camina por la senda que el Señor ha marcado aunque todo pareciera oscuro.

El encuentro con el Señor es cotidiano pero también puede ser el definitivo. En ambos casos el encuentro siempre debe ser trascendental. El encuentro cotidiano debe prepararnos para el definitivo.  Es penoso ver la dejadez y la imprudencia de tantos que viven como si Dios no existiera, como si nunca fueran a tener un encuentro definitivo con él. Las prioridades de estas personas no tienen nada que ver con lo único que cuenta para la vida verdadera en la eternidad. Cuando falta el combustible de la fe y la esperanza surgirá la indiferencia y la dejadez; las lámparas se apagarán y así cualquier cosa intrascendente distraerá el único medio para llegar al Señor: Esta vida.

SEÑOR TÚ ME HAS REGALADO EL DON DE LA FE Y LA ESPERANZA EN EL BAUTISMO. AYÚDAME A CULTIVARLAS PARA QUE MI LÁMPARA PERMANEZCA SIEMPRE ENCENDIDA Y PUEDA RECIBIRTE CUANDO TÚ DECIDAS MI PARTIDA.

P. Víctor Emiliano