Grande eres, Señor, y muy digno de alabanza (Sal. 145,3); grande es nuestro Señor, todo lo puede, nadie puede medir su inteligencia (Sal. 147,5). Y se atreve a alabarte el ser humano, parte insignificante de tu creación, precisamente el ser humano que lleva alrededor suyo la mortalidad, que lleva a flor de piel la marca de su pecado y el testimonio de que Tú resistes a los orgullosos (1 Pe 5,5). Sin embargo, se atreve a alabarte un hombre, parte insignificante de tu creación. Y Tú mismo eres quien le estimulas para que encuentre deleite en alabarte, porque nos has creado orientados hacia Ti, y nuestro corazón estará intranquilo hasta que descanse en Ti.
San Agustín (Confesiones 1,1)