TÚ ERES FELIZ, YO SOY FELIZ

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Considero que esta frase expresa el más grande amor de los padres a sus hijos. Para mí es especial, mi madre me la dijo en un momento crucial de la vida.

Recuerdo aquella mañana cuando le dije “¿Mamá tienes tiempo?, quiero conversar contigo”. Le noté un poco extrañada por el pedido, posiblemente por el formalismo que usé, pues siempre fui muy espontáneo con ella. Yo había decidido dejar el trabajo y, aunque soy reservado con mis cosas personales, consideré necesario que ella lo supiera, más que todo por la razón de aquella decisión. Su parecer para mí era fundamental y de alguna manera anhelaba su aprobación para estar tranquilo, aunque la decisión última la tomaría yo. Luego de comentarle – ella estaba tranquila, pero algo extrañada por esa intrepidez que no acababa de comprender, considerando que yo estaba contento con el trabajo, me sostenía económicamente y ayudaba a la casa – me preguntó cuál era la razón. Mi respuesta fue sencilla y concreta: “He decidido entrar al seminario de los padres de la parroquia”. Le seguía notando tranquila, aunque después me enteré por ella misma que fue toda una sorpresa que no se esperaba. Luego de un instante de silencio me preguntó si estaba seguro de mi decisión, yo le dije que sí y, además, que me habían aceptado y que me esperaban en Lima. No sé las cosas que se cruzarían por la cabeza de mamá, no sé lo que significaría su sencilla pregunta. Me imagino que pensaría en mis 28 años de edad, que su hijo mayor de quien nunca se había separado se iba de casa, en qué quedaba todo el esfuerzo hecho para que termine mi carrera de ingeniería agronómica, qué iba a ser de mí en el nuevo camino, posiblemente se esfumaría la ilusión de una ayuda a mis hermanos en sus estudios y a la casa; en fin, solo Dios sabe  las tantas cosas que pasarían por la cabeza de mamá en ese momento. Recuerdo que le pregunté ¿Mamá y tú que piensas? y ella me contestó  “Es como si te casaras, hijo”. Tal vez  me vería un poco tenso o intuía que yo necesitaba alguna palabra de más cercanía  y ella me dijo: “Hijo, donde tú seas feliz yo seré feliz”. Estas palabras me llenaron de alegría y optimismo y mi respuesta fue sencilla, abrazarla y bezarla. Luego, motivado por esto, conversé con el resto de mi familia. Mis hermanos, el esposo de mi madre, Jorge, y mis tíos me respaldaron. Pero, lo que me pudieran haber dicho no tuvo tanta relevancia y trascendencia como lo que me dijo mamá. Su apoyo incondicional fue crucial. 

No esperaba menos de una mujer tan sabia como mi madre. Esta frase para mí encierran el auténtico amor, siempre desinteresado y libre de egoísmos; expresa el amor que no esclaviza y que hace libres a los que lo viven, expresa la madurez en la crianza de los hijos y la madurez de cualquier relación entre las personas. Esta frase me enseña que toda relación construida en el amor tiene que hacer libres a los protagonistas. Me enseña que la persona que ama de verdad siempre es feliz con la felicidad del amado. Aquellas sencillas palabras me enseñaron que el amor siempre vela por la felicidad del otro.

Gracias madre por tu amor.

P. Víctor Emiliano

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