En múltiples ocasiones he preguntado a la gente si son santos. La respuesta siempre ha sido que no. Unos dicen que están en proceso, otros dicen que nadie es santo, otros que estamos llamados a la santidad y otros, hasta se ríen. Bueno, el asunto es que, cuando doy la respuesta todos se sorprenden, porque les digo que todos somos santos por el simple hecho de ser bautizados. Es penoso ver que tanta gente ignora o no se toma en serio ese maravilloso título regalado por Dios: “Pero vosotros sois linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido…” (1 Pe 2,9). El asunto es que no se vive acorde a ese título recibido. Entonces, la tarea de todo bautizado es ser coherente y tratar, por todos los medios, de ejercer el título adquirido en el bautismo. ¡Grave responsabilidad de los bautizados que se proclaman cristianos!, ¡Grave tarea de los padres de familia y padrinos comprometidos en la formación cristiana de los niños! La vida de todo cristiano tendría que ser un constante caminar a la santidad que Dios cumplió con regalarla en el bautismo. El papa Benedicto XVI en el Ángelus del 1 de noviembre de 2007 afirma: “En efecto, el cristiano ya es santo, pues el bautismo lo une a Jesús y a su misterio pascual, pero al mismo tiempo debe llegar a serlo, conformándose a él cada vez más íntimamente. A veces se piensa que la santidad es un privilegio reservado a unos pocos elegidos. En realidad, llegar a ser santo es la tarea de todo cristiano, más aún, podríamos decir, de todo hombre”. La sorpresa causada al saber que “todos los bautizados son santos” se explica del alguna forma, por la concepción que se tiene de los “santos”. Benedicto XVI al respecto dice lo siguiente: «”Los santos no son personas que nunca han cometido errores o pecados, sino quienes se arrepienten y se reconcilian. Por tanto, también entre los santos se dan contrastes, discordias, controversias…Son hombres como nosotros, con problemas complicados… La santidad crece con la capacidad de conversión, de arrepentimiento, de disponibilidad para volver a comenzar, y sobre todo con la capacidad de reconciliación y de perdón”. “Y todos podemos aprender este camino de santidad”.»
Que esta breve reflexión ayude a despertar en cada corazón el deseo de ser “santos”.
P. Víctor Emiliano