Cada día estoy más convencido que si no se vive como se tiene que vivir, no habrá plena felicidad. La vida será a medias o, lo más lamentable, tan sólo se sobrevivirá cuando lo propio de todo ser humano es vivir en el amor y ser felices. Entonces, surge la pregunta: ¿cómo tengo que vivir para ser feliz? La respuesta es sencilla: “vive tu vocación”.
¿Qué es vocación? La palabra “vocación” viene de la palabra latina “vocare” que significa “llamar”. Entonces la “vocación” es una llamada, una llamada a servir en el amor para la realización y la felicidad personales: Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia (Juan 10, 10). El término “vocación”, en este contexto, no es en referencia a las habilidades para una carrera profesional o artística. Ciertamente, una carrera necesita gusto y talante para poder desarrollarla pero no implica la forma en que se viva la misma vida. La “vocación” de la que nos ocupamos en este artículo supera lo circunstancial, es una llamada especial cuya respuesta conlleva un estilo de vida concreto.
Los estilos de vida o, con más precisión, los “estados de vida” concretizan la vocación en cada persona. Estos son conocidos pero poco profundizados. Son cuatro básicamente: Matrimonio, soltería, sacerdote y religioso, y otros estilos de vida que giran alrededor de estos cuatro elementales. No existe ni existirá ser humano que no sea llamado de modo personal para su realización en estos caminos. El que llama siempre es Dios, suya es la iniciativa. Él tiene su plan para toda la humanidad y, de modo concreto, para cada hombre. Por eso es necesario conocer la propia vocación y vivirla. Dios siempre llama para algo concreto, en distintos momentos y de muchas formas. Es tarea personal descubrir ese llamado. Preguntas como ¿Qué camino debo seguir para ser feliz? ¿Qué quiere el Señor de mi? ¿Quiere que forme una familia? ¿Quiere que sea soltero? ¿Me pide que me consagre a él como sacerdote o religioso? ¿Señor, qué planes tienes conmigo? son preguntas que te pueden ayudar a discernir.
El mundo también llama y tiene sus propuestas, muy atractivas por cierto, pero ninguna exige la integridad de la vida como sí lo hace las llamadas de Dios. El mundo llama y también propone la realización personal y la felicidad pero, desde otra perspectiva. El mundo propone riqueza, posición social, una carrera lucrativa, especializaciones, viajes, un futuro empresarial, etc. pero no te exige la forma cómo debes vivir todo ello. El Señor te propone la realización personal y la felicidad en el servicio, la caridad, el amor, la obediencia, la pobreza, la castidad. La persona inteligente debe aprender a discernir con objetividad entre todas estas llamadas y propuestas para poder optar con firmeza lo que más conviene. La respuesta debe ser personal, objetiva y pensada, no se pueden tomar decisiones apresuradas, o movidas por intereses momentáneos y circunstanciales, o por gustos y caprichos de los padres y la moda imperante. La respuesta, y la opción de vida que esta respuesta implica, deben ser, siempre, a la medida. Esto implica, necesariamente, un conocimiento personal: ¿Que talentos, cualidades y capacidades tengo? ¿Puedo vivir el celibato? ¿Puedo vivir en comunidad? ¿Soy capaz de ser fiel a una persona? ¿Quiero formar una familia? ¿Qué tal voy en la obediencia? ¿Puedo vivir la pobreza? ¿Tengo capacidad de adaptarme a diferentes circunstancias? ¿Tomo en serio las consecuencias de mis decisiones personales? ¿Me acepto como soy? ¿Soy comprensivo con las debilidades ajenas? ¿Soy capaz de amar y dejarme amar? ¿Me considero egoísta? En fin, mil preguntas que pueden ayudar al conocimiento personal y que pueden guiar para tomar una decisión en la vida. Recomiendo dejarse orientar por una persona de experiencia y de fe, y si es un guía espiritual mucho mejor, para que ayude y oriente en todo el proceso de discernimiento.
Cada estado de vida tiene su peculiaridad y en cada uno se puede lograr una o varias profesiones; en cada uno se puede ser feliz, realizarse como persona y ser santo. La elección debe ser a la luz del Espíritu como garantía de la buena elección. Todo hombre está llamado a un determinado estado de vida. La realización personal y la buena marcha de una sociedad dependen de la respuesta madura a este llamado.
P. Víctor Emiliano