Y TÚ ¿QUIÉN DICES QUE SOY YO?

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Pregunta crucial en la vida de todo cristiano: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? (Mateo 16,15). Cuando la pregunta es general: ¿Quién dice la gente que soy yo? no tardan las respuestas, y con facilidad se define la situación; las respuestas son múltiples e inmediatas, abundan según la fuente: del internet, del catecismo, del sacerdote, del diccionario, de la familia, de los amigos, del político, del no cristiano, hasta del agnóstico. Al fin y al cabo estas son respuestas ajenas y que “no me involucran”. Pero cuando la respuesta implica una opinión personal, que de todas maneras conlleva una opción y un compromiso también personales, la cosa no es tan fácil.

A la pregunta ¿Quién es Jesús? Pero formulada para TI, es decir, Y tú ¿Qué dices de mí?, con mucha posibilidad puedo decir que la respuesta no será tan inmediata y completa. Una pregunta así conlleva tres respuestas. La primera, muy frecuente, y que implica incoherencia: “Cristo es mi Señor” pero mi vida de espaldas a él; la segunda, poco frecuente, “Cristo para mí no significa nada” y me es indiferente; la tercera, igual que la primera, pero asumo el compromiso de seguirle: El que quiera seguirme, que se niegue así mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo (Mateo 16, 24). ¿De las tres, cuál es tu respuesta? ¿Por qué demoras en contestar? ¿No estás seguro en tu camino de fe? ¿A qué temes? ¿Temes cargar con tu cruz siguiendo a Jesús? ¿Si tú crees que Jesús es el Señor y te proclamas su seguidor por qué dudas en contestar?

La respuesta que da  Pedro es cierta: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo y Jesús la confirma: Feliz eres, Simón Bar-jona, porque no te lo enseñó la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Pero, Jesús complementa la respuesta de Pedro con algo que no cuadra en el esquema de sus discípulos, y en el esquema de muchos de nosotros: A partir de ese día, Jesucristo comenzó a explicar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén y que las autoridades judías…lo iban a hacer sufrir mucho. Les dijo también que iba a ser condenado a muerte y que resucitaría al tercer día. (Mateo 16 21). Como puedes apreciar la respuesta de Pedro trae consecuencias: “¿Seguir a uno que va a ser condenado a muerte? ¿Tiene sentido desperdiciar el tiempo con un perdedor? La tentación de seguir a un Cristo triunfador, en confort y poder, sin problemas ni agobios todavía está latente en su pueblo. La idea del martirio no entra en el esquema de muchos que se proclaman, hoy en día, cristianos.

¿Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? es la pregunta “cajón” que sigue vigente y cuestionando al mundo. ¿Cuál es tu respuesta?

Tu examen de conciencia diario podría comenzar con esta pregunta.

P. Víctor Emiliano

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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