No cabe duda que esta pandemia marca un hito en la historia de la humanidad. Desde que tengo conciencia no conozco un acontecimiento así y nunca había estado confinado como hasta ahora, ya prácticamente dos meses. Pero, a pesar de las consecuencias nefastas y escalofriantes de este virus, creo que esta situación debemos verla con ojos de fe. Sí, con ojos de fe, y así poder ver las cosas buenas que también este virus ha traído.
El confinamiento ha sido la puerta de entrada para comenzar a ver con más claridad un abanico de realidades que antes de la pandemia pasaban desapercibidas. Entre tantas cosas quiero resaltar la dependencia de unos y otros. Esta situación difícil ha puesto de manifiesto que toda la humanidad está en un mismo barco y que el remo sincronizado de todos permite el avance de todos pero, cuando alguien no asume su tarea todos pagan las consecuencias.
Por otro lado esta pandemia ha demostrado lo grande y lo pequeño que es el ser humano. Lo grande, por la lucha constante y la generosidad sin medida de un sin número de profesionales abnegados que han arriesgado, y lo siguen haciendo, su vida en el trabajo diario de atender a tanta gente infectada; y por el trabajo solidario de instituciones, familias y cuantas personas que no han escatimado en colaborar para aliviar las necesidades del prójimo. Lo pequeño, porque, con toda la tecnología que se tiene entre manos en estos momentos, ni la nación más poderosa de la tierra ha sido capaz de manejar esta situación. Otro aspecto que me parece trascendental es que, ante la impotencia en la lucha contra este virus muchos indiferentes, profesionales en los diferentes campos de la ciencia y gente para la que solo contaba la realidad de este mundo, han regresado la mirada al Dios compasivo y misericordioso. Se observa, también, una mejora considerable en los ecosistemas debido a la baja de la actividad industrial, casi toda contaminante, en el mundo.
A nivel personal y de cada familia, también ha calado el contexto de esta pandemia en varios aspectos. Me gustaría detenerme en algunos de estos. Era común la falta de tiempo para compartir en familia. Siempre en el trabajo, muy ocupados en todo, mucho viaje de trabajo, las ventas y las cobranzas, la titulación, el diplomado, reuniones de coordinación y, la familia, “qué”. Creo que esta es una gran oportunidad para invertir en la familia por quien se trabajaba, cuando en realidad se le perdía por no dedicarle el tiempo debido. Esta coyuntura debe ser aprovechada para el dialogo, pasar buenos ratos juntos y disfrutar de la buena compañía. Incluso, hasta los momentos de silencio y soledad no deben dejarse pasar. Para el mundo, acostumbrado al ajetreo y al ritmo del reloj, estos son extraños. Pero esta pandemia nos está poniendo en bandeja esos ratos que para muchos son pérdida de tiempo. No se pueden desperdiciar estos tiempos preciosos que muy bien pueden ser utilizados para conocerse un poco más. Desde esta perspectiva este tiempo de cuarentena no estaría mal mirarle como un retiro prolongado.
El conocimiento personal debe ser un punto neurálgico en la vida. El turismo interior está muy dejado de lado por priorizar el exterior. En este tiempo de confinamiento no estaría mal hacer una lista de las virtudes, talentos y habilidades que adornan la vida, también de los defectos y flaquezas que se deben trabajar para mejorar la relación con el entorno.
En este tiempo de confinamiento de seguro que se ha notado el trabajo en equipo para la cocina. Es de suponer que ya hay buenos cocineros en las familias. La limpieza de la casa, el lavado y planchado de la ropa se habrá convertido en una labor cotidiana. Hasta la diversión en los juegos habrá sido algo novedoso en varias familias. Todo esto es enriquecedor y nutre las bases de una familia sólida y sana.
Si a este tiempo le miramos así, no cabe duda que es un tiempo de gracia. Y toda “gracia” debe ser acompañada de un “gracias”. Qué mejor oportunidad el confinamiento para orar juntos, para escuchar la santa misa por los medios virtuales, para rezar el rosario, para hacer peticiones, para agradecer e interceder por tantos que necesitan una oración. Por el momento no se tienen iglesias abiertas a disposición, pero se cuenta con los propios hogares convertidos en iglesias.
Esto, de todos modos, es un regalo de Dios. Pido a cada uno de ustedes decir GRACIAS SEÑOR para que este agradecimiento llegue a su presencia.
Artículo Tiempo rendidor, en El Timón / Recoletos Perú: Año 24, N°100, marzo – junio de 2020, página 48.