Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en tí (C 1, 1, 1).
Frase siempre actual y que invita a tomar una radiografía del corazón. Hoy más que nunca es acertado hacer un alto en el camino y verificar cómo va la marcha de este corazón.
El hombre, creado a imagen de Dios, está llamado a tener vida, y vida abundante, por lo que es razonable un corazón inquieto para la búsqueda, y con un diseño para estar siempre lleno. Lleno de Cristo, será vida íntegra, porque Él es “camino, verdad y vida”; sin Cristo, desfigurado y disperso, porque “sin mí no pueden hacer nada”. El corazón sin Cristo desdice la razón de su existencia porque sin Él todo es “sin sentido”.
Todo corazón tiende a Dios porque ha salido del mismo Dios, y debe buscarle, esa es su tarea, por lo que tiene el gen de la inquietud hasta que, por fin, descanse en Él. Pero, inmerso en un mundo egocéntrico y asfixiante que no vacila en presionar con infinitas alternativas para suplantar a Dios y, que nunca le saciarán, este hombre no tiene paz. Definitivamente, la existencia humana sólo tendrá sentido y descanso cuando tenga en plenitud a su creador. Este breve peregrinar de la vida tiene que ser, por necesidad, preparación para el encuentro definitivo con aquel que sacia los corazones.
P. Víctor Emiliano