Y TU ALMA: ¿QUÉ?

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“Todos temen la muerte del cuerpo, pero pocos temen la muerte del alma. Todos se afanan por evitar que llegue la muerte de la carne, que inevitablemente ha de llegar, y por eso trabajan. Se trabaja para que no muera el hombre que ha de morir, y nada se hace para que no muera el hombre que ha de vivir eternamente” (TRATADO DEL EVANGELIO DE SAN JUAN 49,2).

Qué bonita reflexión. Recuerdo, aquel domingo, en la misa de 10.30 de la mañana, la homilía en la que se me ocurrió pedir una moneda. Muchos hicieron el ademán de buscarla para dármela pero, me adelanté y les dije que por favor la moneda fuera de una sola cara. Recuerdo que rieron y yo aproveché para decir que, así como no existe moneda de una sola cara tampoco existía ser humano de una sola realidad. El ser humano, les expliqué, tiene dos realidades: la espiritual y la corporal. Ambas realidades son el ser humano. No existe un hombre espíritu como tampoco un hombre cuerpo. Cada persona tiene la responsabilidad y el deber de cuidar y vigilar el bienestar de ambas. Lamentablemente “Todos temen la muerte del cuerpo, pero pocos temen la muerte del alma”. Qué afán, qué esmero por satisfacer la realidad corporal: ropa, alimentos, viajes, estudios, salud, placeres, etc., como si esta realidad definiera todo. A tal extremo llega ese afán que por obtener algo material, por ejemplo el dinero, se justifica el robo y la corrupción, el asesinato y la violencia, la mentira y la explotación. Para todo hay tiempo, espacios y partidas económicas, menos para Dios. En fin, lo que implica la vida del alma: tu fe, tu paz interior, tu conciencia, la limpieza de tu corazón no es trascendental en un mundo materialista. 

Alma y cuerpo deben ser cuidados, cómo no. Cristo mismo tomó un cuerpo y enumera tú los enfermos que curó. Pero, qué hay con el alma: Cómo va tu alma, cómo va tu corazón, cómo va tu relación con Dios y con los hermanos, cómo va tu fe. Todos coincidimos que nada de este mundo será parte del equipaje final, ni siquiera el propio cuerpo que que con tanto afán se le rinde culto.

Entonces, ¿Qué es lo definitivo? “¿De qué le serviría a uno ganar el mundo entero si se destruye a sí mismo? ¿Qué dará para rescatarse a sí mismo?”(Mateo 16, 26). Ambas realidades, alma y cuerpo, deben ser atendidas, ambas son necesarias, ambas fueron redimidas por Cristo: La vida del alma es Cristo: “Yo soy la vid y ustedes los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, pero sin mí no pueden hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran y se seca; como a los sarmientos, que los amontonan, se echan al fuego y se queman” (Juan 15, 5). “Pues bien, devuelvan al César las cosas del César, y a Dios lo que corresponde a Dios” (Lucas 20,25), es decir “Al cuerpo lo que es del cuerpo y al alma lo que le corresponde”.

P. Víctor Emiliano

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