NO ERES DUEÑO DE LA VIDA

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“Dios sabe lo que hace. Tú teme y sé bueno. De donde Él quiera sacarte del mundo, te encuentre preparado. Eres inquilino, no dueño de la casa. Se te arrendó la casa. Esta casa se te alquiló, no se te donó. Aunque no quieras, saldrás de ella, pues no la recibiste en arriendo con tal condición que fijases tú el tiempo” (CS 148, 11).

          La muerte es una realidad de la que pocos quieren hablar y, si se habla, se hace como si nunca fuera a llegar. Se le ve tan lejana que no se le asume como propia. Y, con razón, pues lo propio del hombre es no morir. Dios ha creado al hombre para vivir. Pero, por el pecado surge la muerte, que con la muerte de Cristo dejó de ser ponzoñosa y eterna para convertirse  en el paso, necesario, para la auténtica vida. Desde Cristo y con Cristo la muerte ya tiene sentido. Estoy convencido que la muerte es el punto crucial y decisivo en la vida de todo ser humano.  Desde aquel instante todo se esclarece, todo se explica, todo tiene lógica, ya no hay dudas, ya no se necesita la fe. La razón dice que todo comienza y todo termina, que todo es medible, pero la  misma razón tampoco puede opinar sobre lo que escapa a su dominio, le sería contradictorio. Por ello la razón misma considera un puente: “Si quieres conocer algo que va más allá  de mis dominios, toma el puente de la fe”. Agustín dice: “Dios sabe lo que hace. Tú teme y sé bueno” y añade: “…que te encuentre preparado”. Cualquiera diría: Preparado ¿Para qué?, simplemente preparado para el encuentro con el que “…sabe lo que hace”. Y ¿Cómo es esta preparación?: Recuerdo al joven rico, y la respuesta de Jesús: “Tú sabes los mandamientos…”. Cuesta creer que la vida que se posee no es propia, que no se puede disponer de ella, que aunque la tengas en uso exclusivo no tienes la exclusividad de retenerla el tiempo que quieras: “Eres inquilino…Se te arrendó la casa”. Este razonamiento con dificultad se acepta, si es que se acepta. El pensar que la vida es propia no tiene sentido, es ilógico. Si fuera propia lo primero que se dispondría sería el tiempo de tenerla, y nadie dispone de ese tiempo.

Vaya aberraciones a las que nos tiene acostumbrados este mundo, precisamente cometidas por aquellos que piensan que la vida es propia y no recibida. Lo cierto es que la muerte nos espera, ¿Cuándo?, no lo sé, simplemente está a la espera. Llegará el instante en que tendremos que dejar la vida: “Aunque no quieras, saldrás de ella, pues no la recibiste en arriendo con tal condición que fijases tú el tiempo”. Yo suelo decir que llegará el momento de bajar de la combi (carro de transporte público), en el paradero que sea. Nadie sube a la combi para quedarse en ella. Se sube en un punto con la idea clara de bajar en otro. Es de locos subir a la movilidad para nunca bajar de ella. Necesariamente hay que bajar en algún punto.   

P. Víctor Emiliano

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