“Por lo tanto, hermanos, si un hombre está implicado en alguna falta, vosotros, que sois espirituales —cualesquiera que seáis los espirituales—, instruidle con espíritu de mansedumbre. Y si levantas la voz, haya amor interiormente. Si exhortas, si acaricias, si corriges, si te muestras duro: ama y haz lo que quieras” (S 163B, 3).
“Ama y haz lo que quieras” es una frase, sobre todo en nuestro contexto, muy polémica. Cada uno tiene su propia idea de lo que es el amor y amar. Para entenderla y asumirla debemos saber a qué amor Agustín se refiere. Esto es fundamental para no distorsionar el sentido original de dicha frase. Para Agustín esta frase solo puede entenderse y fructificar en el “amor” que Cristo nos propone. Fuera de Cristo no se entiende ni se justifica. El que ama “hará lo que quiera” pero, siempre y cuando construya y edifique a la persona amada, el que ama jamás permitirá algo que le denigre y humille. Este “hacer lo que quieras” no es algo a secas, tiene una condición: “amar”. Y este “amar” es necesariamente expresión del “amor” que Cristo nos enseñó. “Hacer lo que quieras” no contempla la opción del mal, sería contradictorio a la enseñanza de Cristo quien propone ser libre optando solo por el bien. Solo en el auténtico amor “hacer lo que quieras” es auténtica libertad. Interpretar esta frase en el contexto del amor auténtico conlleva a la sana convivencia puesto que muchas veces actuamos con los demás pensando que “amamos” cuando en realidad ensalzamos el amor propio y somos egoístas, es decir, esclavos de nosotros mismos.
P. Víctor Emiliano