DEJAR A DIOS SER DIOS

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Se trata de mi madre, estaba delicada de salud. Yo estaba en el seminario-postulantado. Quería verle y estar con ella por lo que hablé con mi formador para un permiso. Me lo concedió pero dijo algo que me llamó la atención: “Deja a Dios ser Dios”. Me explicó que yo no era médico y poco podía hacer para ayudarle y, además, me dijo “¿Tú crees que Dios no la va a cuidar mejor que tú? En el momento no lo entendí pero, ahora veo con más claridad el trasfondo de su mensaje.  No era cuestión de un permiso, que me lo dio, sino de confianza. En pocas palabras: “Víctor, ¿Eres capaz de confiar en el Señor?”

Cuántas veces ha pasado que no dejamos a Dios ser Dios. Aunque tengamos las mejores intenciones del mundo, todo lo queremos hacer nosotros, y a nuestro aire, pensando que las cosas las estamos haciendo bien. El hombre quiere construir sin Dios y al intentarlo no solo se destruye sino que destruye: “Sin mí no pueden hacer nada” (Juan 15, 5). Mientras no se asimile que sólo podemos hacer lo que se puede y nada más, seguiremos con el agobio y tensiones que caracterizan nuestro mundo moderno. Sé humilde: lo que no se puede hacer, simplemente, preséntalo al Señor. Allí es donde se pone a prueba la fe que decimos tener. Quien quiere abarcar con todo se estresa, se agobia, se cansa, se debilita  y, al final, tira la toalla. Recuerdo las palabras de mi maestro: “anda y ve a tu madre, estate con ella” pero, sin olvidar que Dios es providente y nadie le gana en generosidad.

Aprendí, después de la muerte de mis queridos padres, que la mejor oración no es exigir a Dios esto o lo otro, sino que se haga “su voluntad”: ¿Quién mejor puede saber lo que realmente necesito? Ciertamente, somos hijos, y el derecho a pedir a Dios nos asiste pero, sin olvidar “…que se haga tu voluntad”. Su voluntad siempre será lo mejor que pueda pasar, aunque pareciera que no, aunque no se haga lo que se pide, siempre será lo mejor. Cuántas veces no sucede lo que con tanta insistencia se pide, posiblemente allí radique el temor de decir de corazón “que se haga tu voluntad” pero, allí está el auxilio de la fe: ¿Dónde está tu fe? 

Intentemos, tú y yo, poner en las manos de Dios proyectos, deseos y anhelos, la familia, las preocupaciones y angustias, a ver qué sucede. De sobra sabemos que el Señor nunca defrauda.

Ah, no olvides que los humildes descansan en el Señor y todo lo esperan de su providencia; el orgulloso nunca deja a Dios ser Dios.

P. Víctor Emiliano

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