EL MÁS ALLÁ Y EL MÁS ACÁ

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A veces, en la homilía, sobre todo cuando se trata de hablar de la vida eterna, suelo preguntar a los presentes si les interesa “el más allá”. La respuesta ya se la pueden imaginar, todos responden al unísono, que sí.  A esta respuesta yo les digo: “Si les interesa el más allá, primero que les interese el más acá”. Es muy común, incluso en gente muy comprometida con su fe, creer que aquellos que mueren, “sin ningún trámite”, van al cielo. Es decir, la única condición para estar en el cielo es que hayas muerto: ¡Qué fáciles queremos hacer las cosas! Disculpen queridos amigos, pero esto dice mucho de aquellos que lo afirman. En el fondo, sostienen que vivir de una u otra forma no tiene consecuencias en la vida futura, sostienen que, al fin y al cabo, como Dios nos ama infinitamente, no permitirá que nadie se pierda. Estas personas olvidan que, aunque Dios nos regaló la eternidad junto con Él con la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo, el ser humano es libre de aceptar o rechazar tal obsequio al aceptar o rechazar el estilo de vida que Cristo nos propone; sostienen que cada uno puede vivir como quiera que al fin y al cabo una vez muertos todos van al cielo: ¡Nada más falso!

Lo que sembremos aquí en este mundo, pasajero y momentáneo, es decir, en el “más acá” será lo que cosechemos en el “más allá”. No cosecharemos lo que nuestras buenas obras lograron, no, cosecharemos el Reino de Dios que Cristo lo ganó para nosotros y que nuestras buenas obras en el mundo facilitaron. Nuestras buenas obras aquí evitan que perdamos aquello que Cristo ya nos regaló. Depende de cada uno de nosotros, depende de nuestras decisiones particulares y del estilo de vida que cada uno opte en libertad. Es en este contexto que tiene sentido la frase que titula este escrito.

Entonces, no intentemos cosechar “allá” lo que no sembramos ni intentamos sembrar “aquí”. Creo que es de responsables asumir las consecuencias de las propias decisiones. Hay una frase muy conocida que resume todo esto: “El que la hace la paga”.

P. Víctor Emiliano

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