Esta parábola refleja una realidad muy común en el mundo y en nuestros días. El Papa Francisco afirma que el problema de nuestra sociedad actual no es económico, es algo más profundo: La indiferencia entre unos y otros.
El problema del rico no es ser “rico”. Ser rico no es ningún pecado, al contrario, es uno de los tantos medios que el Señor regala para servir. Por eso, cuanto más tienes mayor es tu responsabilidad con el que menos tiene. El grave pecado del rico es su indiferencia con el que está a su lado, con toda la carga que implica este término. La persona indiferente es fría, indolente, ciega, siempre con lo suyo y no cuenta nada más. Esto caracteriza al rico epulón frente al pobre Lázaro que tiene a su lado.
Cada día estoy más convencido que la riqueza debe estar en manos de gente sensata, con valores y principios, porque la misma en manos de corruptos, inmorales e irresponsables es una desgracia. Ciertamente, la riqueza bien usada y bien lograda es una bendición, pero implica riesgos que harán sucumbir a quien no tiene valores y principios bien plantados en la vida. Muchos son los incautos que caen con facilidad al pensar que la riqueza lo es todo, y claro, sucumben a sus seducciones y acaban por idolatrarla. En ese contexto la riqueza se torna insaciable y absorbe, esclaviza, dispersa y agobia. Así, la persona se torna egoísta, prepotente y ambiciosa. La persona, en estos casos, no ve más allá que solo disfrutar de lo que tiene.
Señores ricos permitan que su riqueza su multiplique ayudando a tantos “Lázaros” que caminan por las calles, que no tienen trabajo, que están enfermos, que están mal pagados. Tú que tienes medios suficientes permite a Lázaro, que siempre estará a tu lado, tenga una vida digna y decorosa. Sé luz del mundo, sé sal de la tierra.
P. Víctor Emiliano