Parece que esto no tiene sentido porque, ciertamente, el sol sale para todos pero, a la vez no sale para todos porque no a todos llega. Y es que el sol no hace distinciones y todo él es para todos, pero basta que alguien se meta a una cueva para poder afirmar que a este no le llegó los rayos y, por lo tanto, el sol no salió para este sujeto. Que la luz del sol no llegue a todos no depende del sol, depende de todo aquel dispuesto o no a exponerse a él. Algo parecido pasa con el amor, la gracia y la misericordia de Dios. De él tenemos asegurados esos presentes, pero no necesariamente llegará a todos, no porque así lo disponga Dios sino porque no todos se dispondrán a recibirlos. Lo mismo se puede afirmar de la salvación; da temor decirlo pero, es así. Dios quiere que todos se salven pero no todos se salvarán y no porque Dios no quiera sino porque el hombre rechaza exponerse a la salvación.
P. Víctor Emiliano