YO SOY SOLTERO

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Se piensa con frecuencia que ser “soltero” es sinónimo de “solterón”, y no es así. El soltero no es un fracasado. Él o ella están llamados a vivir el amor fuera de unas relaciones de matrimonio y de exclusividad; están llamados a realizarse en otro plano, en una realidad diferente.  El amor en ellos se torna más amplio, más universal y siempre fructífero.

Las personas solteras, como puede suceder con los casados, religiosos o sacerdotes, deben abrazar su vocación y vivirla con amor; si esto no es así, la vida se torna estéril, un lastre pesado que llevarlo no tiene sentido. El hecho de “soportar la soltería con tristeza y  resignación implica la muerte a tantas posibilidades de la vida, es probar la amargura del desencanto por el desvanecimiento de los retos e ilusiones, propios de quien vive su vocación con alegría. La respuesta a la vocación personal es libre y consciente, por lo tanto aceptada como un proyecto de vida, y sólo así es puerta abierta a todo un mundo de posibilidades y de crecimiento.

La persona que vive esta vocación no deja de lado su afectividad o sexualidad, está dispuesta a amar y acepta ser amada; disfruta de sus relaciones sociales: amicales, familiares, laborales, y siempre de la mejor manera. Vive su mismidad en su mundo de libertad e independencia, desarrolla su dinamismo y entusiasmo en sus distintas actividades y comparte la vida con todas las personas que desea, solo que no establece en su vida una relación exclusiva.

El soltero orienta su vida al servicio de los que le rodean, sobre todo a los más necesitados; así se ejercita en el uso de sus potencias, talentos  y habilidades. Este modo de vida es una opción más para ser feliz y lograr la santidad.

P. Víctor Emiliano

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