Cuaresma es un tiempo especial que la liturgia nos presenta, en el que se nos invita a preparar el acontecimiento trascendental de la historia: la resurrección de Jesucristo. Los cuarenta días, tiempo que dura la cuaresma, es todo un itinerario de conversión en el que se debe aprovechar el mínimo detalle de la Palabra para armar todo un programa de vida que lleve a una auténtica conversión.
La cuaresma comienza un miércoles con el gesto simbólico de la imposición de la ceniza. Este acto recuerda al hombre que es polvo y ceniza y que, aún siendo la creación más completa, es criatura y por ende caduco, que necesita de Dios para ser y existir. Así, el hombre, habiendo tomado conciencia de su condición humana, que muchas veces olvida, se dispondrá al trabajo transformador que Dios tiene preparado para cada uno, de modo que pueda dar pasos hacia el hombre nuevo en Cristo resucitado.
El objetivo de la cuaresma no es provocar sentimientos y emociones, como muchos quieren que sea. La cuaresma, ante todo, es un tiempo de gracia que debe mover la voluntad del creyente para regresar al Señor, como decisión personal. Su Palabra y Mensaje son los que tienen que retumbar en el corazón e inteligencia del hombre para que movido por la gracia, y luego, como respuesta personal, por su convicción y no por sus sentimientos, comience su proceso de conversión, y así recurra a las prácticas cuaresmales como medios para llegar a Él. Es así que estas prácticas no son las que primero tienen que sobresalir en la cuaresma sino esa decisión de optar por Él y, por Él y para Él, recurrir al ayuno, a la penitencia, a la limosna, en un diálogo constante con Dios.
Sólo en Cristo tienen sentido las prácticas cuaresmales. El ayuno nos purifica y enseña a vivir con lo esencial y necesario, la oración permite descubrir que lo único necesario es Dios, y el hombre convencido de esa realidad comienza a desprenderse de todo aquello que no necesita y lo comparte con los más pobres. De esa manera el hombre rompe esquemas, egoísmo, orgullo, vanidad, soberbia y todo aquello que le obstaculiza en su camino al Señor.
El tiempo de cuaresma es un llamado a la participación activa en los misterios de la fe, siempre de la mano con la Iglesia, para que sea un tiempo fructuoso y en verdad Jesucristo resucite en cada uno.
P. Víctor Emiliano