PRODUCTOS LIGHT

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          Los productos light rápidamente han logrado un estatus en el mercado. Por doquier se les ve publicitados y ofertados a todo nivel. Estos son muy variados y se les encuentra en galletas, en yogurt, gaseosas, panecillos, golosinas, etc. El mercado presenta un surtido abanico de estos elementos y siempre adaptados a las exigencias del público.

            Estos productos nos pueden ayudar a entender la realidad de muchos autodenominados cristianos. Ellos dicen seguir a Jesús y por su apariencia parecen cristianos comprometidos pero, quieren vivir un cristianismo “a su aire”. Ellos rechazan aspectos fundamentales que garantizan la vivencia de una auténtica fe y que, claro, ponen al descubierto lo que son en realidad, e incluso son motivo de escándalo para aquellos que quieren vivir “de verdad” su fe.  Para ellos su criterio personal está por encima de cualquier otra opinión. Es frecuente escuchar frases como: “yo soy cristiano a mi manera”, “yo sólo sirvo al Señor y a nadie más”, “no tengo que rendir cuentas a nadie”, “mi relación con Dios es directa”, “yo no necesito una iglesia para hablar con Dios”, “Dios es amor y a todos acepta”, “Para Dios solo cuenta tu corazón”, etc. Es decir, estamos frente a personas que quieren construir su propia religión y que ya tienen trazado su propio camino. Obviamente, nada más absurdo.        

            El problema es que  muchos quieren meter en la canasta de productos “light” a la iglesia y, lo más sorprendente, a Jesucristo. Es decir, quieren que el producto “iglesia” y el producto “cristo” se adapten a los diversos criterios y esquemas que el mundo propone, que respondan a los múltiples deseos del usuario, bajo la pena de convertirse en productos retrógrados y anticuados, con fecha de caducidad vencida y que por lo tanto hay que desechar. En pocas palabras, la ley del mercado exige que Cristo y su Iglesia se adapten a las nuevas circunstancias, al nuevo contexto, al nuevo orden mundial que se quiere imponer. El mercado, y más que el mercado, yo diría los mercaderes que se proclaman auténticos seguidores de Cristo, exigen que Cristo se actualice so pena de ser descartado de la competencia. Es decir, me apropio del nombre cristiano, elimino su contenido, lo lleno con mis convicciones y lo presento como auténtico. Queridos hermanos eso se llama “estafa”.

            Bajo este criterio “soy yo” y no Cristo el que dice: “El que quiera seguirme…que se niegue a sí mismo y me siga”. Qué sin sentido ¿verdad? que sea el hombre el que exija a Dios seguimiento. Vaya, el mundo sí que anda al revés. Entonces, “productos light” los que quieran, no intentes incluir en esa lista a Cristo y su Iglesia.

P. Víctor

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