CAPRICHOS: DESGRACIA DEL MATRIMONIO

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Cada día estoy más convencido que el matrimonio debe ser exclusivamente para personas maduras. Es que dos “mocosos” no podrán sostener una relación madura. Cuando hablo de “madurez” no me refiero a la edad cronológica sino a la capacidad de solucionar los problemas de la mejor forma. He visto muy de cerca una relación matrimonial venirse abajo, simplemente, por querer hacer uno u otro “lo que quieren”. Estas personas no tienen ni la más remota idea  de lo que es “humildad”, “aceptar”, “ceder”, “dialogar”. Cuando las personas se casan deben saber que el matrimonio exige “reglas de juego” que deben ser respetadas, cueste lo que cueste, bajo la amenaza de romperse la relación sino se cumplen. Los nuevos esposos suelen olvidar con facilidad que ya están casados y que ya no están bajo el régimen de solteros. Tomar decisiones sin previamente dialogar o consultar el uno al otro es un pésimo error, que si no se corrige a tiempo va a traer serias consecuencias. “Es que se trata de mi papá”, “es que se trata de mi madre”, “es que son mis amigos”, “esta también es mi casa”, “yo no soy sirvienta de nadie” son frases que frecuentemente se escuchan cuando hay problemas producidos por “querer hacer lo que me parece”. En las charlas pre-matrimoniales, indeseadas por muchos, suelo decir que el matrimonio es como dos personas que deciden ponerse las esposas para juntos caminar por la vida. Con esto quiero decir que donde va uno va el otro. Y es que, eso es el matrimonio. Esto implica tantas veces jaloneos, gritos, negarse a uno mismo, ceder, incluso hasta lágrimas. Con esto no quiero decir que el matrimonio es para mártires, no, por supuesto que no. Si dos personas deciden casarse es porque quieren ser felices y compartir juntos la vida pero, también deben saber que compartir la vida con otra persona que tiene su propio mundo trae consecuencias. Cada persona tiene sus costumbres, su idiosincrasia, sus virtudes, sus flaquezas, sus manías, su tic nervioso, etc. y al juntarse con otra implica el choque de dos realidades y, es normal que se presenten situaciones duras para lo que tienen que estar preparadas, y así poder superarlas. En una relación nunca debe primar lo que impone el que más grita o el más astuto sino lo que se decida, luego de dialogar; y, si no resulta “lo que yo quiero”, por favor, sé lo suficientemente maduro para aceptar, pasar el trago amargo, y continuar la vida. Los niños, cuando no logran lo que quieren, revientan con un berrinche, patalean y lloran. Qué horrible se ve una persona de 25 o 30 años, o los años que sean, con un berrinche como el de un niño.  Por eso las personas que aspiran al matrimonio deben entrenarse puliendo el orgullo, la soberbia, los caprichos, los gustitos, los engreimientos. Si esto no se trabaja antes del día “D” la factura llegará, y muy costosa.

El matrimonio, definitivamente, es para personas maduras, dueñas de sí mismas, capaces de vivir, como dicen algunos CV, bajo presión. El matrimonio es  para personas con capacidad de diálogo, con mentalidad siempre abierta, que tengan capacidad de escucha y perdón. En una palabra, el matrimonio es para personas que saben “amar”.

P. Víctor Emiliano

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