MI AMOR ES MI PESO

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“Todo cuerpo por su propio peso, tiende al lugar que le es propio. El fuego tiende hacia arriba, la piedra hacia abajo. Accionados por su propio peso, buscan su propio lugar…Mi amor es mi peso, él me lleva a donde soy llevado. Es tu don el que nos enciende y nos lleva hacia lo alto” (C 13, 9,10).

Agustín considera dos tipos de amores: el bueno y el malo, según busque o no el bien para los demás (caridad) o para sí (codicia). No concibe al amor como  un sentimiento fugaz o pasajero, sino como constante, y capaz de transformar la vida de cualquier ser humano. Por ello el amor impregna toda la existencia: actitudes, gestos, palabras, opiniones, etc. Y deja muy claro que todos respondemos a un amor. El cristiano responderá al amor que Cristo presenta.

Para Agustín es evidente que  el verdadero amor, o la caridad como le suele llamar, es la virtud que mide el valor de un ser humano, es decir, “tanto vales cuanto amas”; así también ve claro que la caridad es un don gratuito de Dios, y que exige un corazón dispuesto para recibirlo. Entonces, un corazón cuyo peso es el auténtico amor, será siempre agradecido y tenderá  a Dios y a todo lo que le haga presente. El corazón repleto de caridad será misericordioso, paciente, comprensivo, amable, servicial, no dará paso a la envidia ni al odio. El corazón que rebosa del amor auténtico tenderá a estar siempre abierto, dispuesto a cargar de su fuente.

“Mi peso es mi amor” cuestiona a los anclados y prisioneros en el fondo de sus propios egoísmos; cuestiona a todos aquellos que tienen el corazón cerrado a la gracia de Dios. Estos están incapacitados de trascender, no perciben el don que les enciende y les lleva hacia lo alto.

 P. Víctor Emiliano

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