SOMOS PADRES, DEBEMOS SER SABIOS

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Cada día estoy más convencido que un padre de familia tiene que ser sabio. En sus manos está la formación de un ser humano. En su oración cotidiana tendría que estar siempre ese pedido.

El padre de familia debe ser consciente que no siempre acompañará la vida de sus hijos y que el mejor regalo que les legará no son las propiedades o cuentas en el banco, ni siquiera los estudios, como tantas veces se afirmaba, sino los valores arraigados en sus vidas desde el comienzo de su formación. De allí la importancia de elegir una institución que desde la base les guíe y acompañe hasta los 16 o 17 años de edad, que se preocupe no sólo de los conocimientos, sino también de cultivar el alma.

Es lamentable ver chicos inmaduros, matrimonios jóvenes rotos, profesionales inmorales, servidores públicos corruptos, y todas las lacras que acompañan a nuestra sociedad. Por ello,  ahora más que nunca, el padre de familia tiene que trabajar para formar chicos sanos, fuertes ante las adversidades, consecuentes, fraternos, amigos de la verdad. La sociedad en la que vivimos así lo exige, casi como una norma, por el contexto de violencia en el que se vive, ahora más que nunca.

Una de las tantas razones por la que no se logra ese objetivo es la actitud sobre-protectora del papá o la mamá de nuestra época. Se ve un interés casi desmesurado en formarles en una burbuja, como aislados del mundo, exentos de todo problema y dificultad, como si la vida fuera eso. Los papás, movidos por  algunos profesionales que se guían por corrientes sicológicas extrañas y dañinas, temen corregir con firmeza y así evitar “traumas” para el futuro. Pero ¿El efecto logrado no será contrario de lo que se busca con estos “cuidados”? Tampoco se trata del extremo opuesto, y dejarles que se las entiendan solos en la vida. Se trata de tener una actitud prudente y formativa, de trabajar a la par con aquella institución elegida para la  educación de los muchachos. Una actitud sobre-protectora trae consecuencias. Soy testigo de este comportamiento en muchas familias y lo que observo en los chicos formados de este modo es una personalidad débil y siempre dependientes de los papás, no son capaces de solucionar problemas y desarrollar sus capacidades, no asumen las consecuencias de sus actos ya que otros son siempre culpables, creen que todo lo tienen a su disposición,  incluso a las personas, etc. Esta manera de formar a los chicos no es realista. Se ve con frecuencia en los colegios que el mal comportamiento de un alumno es respaldado por la intervención del papá o la mamá, casi inmediata, siempre justificándolos, ante una llamada de atención del profesor.  No piden información al colegio cuando se presenta una situación difícil y solo se quedan con el comentario de los hijos. Frases como: “no comprenden a mi hijo”, “son inhumanos”, “así se llaman colegio católico”, “me voy a quejar al ministerio”, “voten a esa profesora” es común escuchar en papás muy exigentes con la institución educativa pero no con los propios hijos, situación muy común y lamentable; incluso ellos mismos les instruyen para contestar y refutar a quien tendría que ser siempre la autoridad en el salón. No se dan cuenta que de esa manera están desvirtuando la imagen del profesor, de la autoridad, y a la larga,  se está formando alguien que cree siempre tener la razón, sin límites, sin respeto, y en el fondo, candidato número uno a ser una persona “problemática” a donde vaya y, por supuesto, sufrir en la vida.

Padre de familia, como se dice comúnmente, tú tienes la sartén por el mango en la formación de tu hijo. De ti depende que tu hijo sea feliz. Enséñale a ser feliz con tu vivencia, que en ti vea el modelo a seguir. Recuerda que el Señor pensó en ti para que tu hijo viva y, viva a plenitud.

P. Víctor Emiliano

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